UN MONTÓN DE FANTASMAS HACEN CONTACTO.
Nadie se anima a pasar por la vereda de la casa. Todos tenemos mucho
miedo. Además han aparecido las ventanas sin las maderas que puso la
municipalidad, y , las puertas están abiertas. Según los chicos, de noche deben
entrar vagos para tomar vino o para dormir y esa explicación no convence a
nadie. ¿Quién puede ser tan valiente? Si la mujer fantasma debe seguir allí.
Rolo dice que es imposible que salga y tartamudeando dijo:- Ella sólo
aparece de noche- y como si nada se fue a mirar tele. Al volver a mirarlo
vimos que de la chaqueta le sobresalía algo parecido a una cola. Nos quedamos
callados y realmente asustados. Además caminaba con un ritmo extraño como si
alguien lo empujara, pero él, estaba tranquilo y se fue por el pasillo del cole,
dobló la esquina y no lo vimos más.
Con los chicos nos fuimos al centro de jubilados a buscar a mi abuelo
Ever, que nos acompaña a jugar al metegol y como el bar donde está hay grandes,
él se queda a jugar con nosotros. ¡Es re piola! El bar está pasando un pastizal
detrás del puente de hierro del viejo ferrocarril y se juntan allí un montón de
personajes re interesantes. Mi abuelo, se pone siempre contento cuando lo vamos
a buscar y el dice que tiene veinte años en el corazón pero que no le alcanza para
un partido de fútbol con nosotros...¡por la artritis y el corazón! Pero tiene
alma de pibe y siempre nos pregunta si es cierto que pertenece a la pandilla.
Era normal que le contáramos los sucesos después de aquel día y se puso un poco
serio, lo llamó a su amigo
Celedonio que sabe unas historias de
terror bárbaras y después de contarle dijo:- ¡ Muchachos hay tienen una
auténtica historia de fantasmas para recordar toda su vida! – se miró las
manos y tocándole el hombro al abuelo sostuvo- Yo, cuando era muy pequeño,
conocí a la familia que vivía en esa casa, la hija del ujier Joaquín Valledor y
su hermosa esposa doña Nicolasa. La muchacha era hermosa pero la casaron con un
viejo soldado de cómo treinta años mayor que ella. La muchacha lloró muchos
días y se encerró en la buhardilla para no tener que ver al vejete que era su
marido. Él, un día partió para Europa a una de las tantas guerras que hubo y no
venía, no venía; entonces...apareció un joven músico que andaba de pueblo en
pueblo, de ciudad en ciudad, tocando un instrumento antiguo parecido a una
mandolina, y cuando la joven lo vio se enamoró...cosa de las mujeres...- acá
tengo que agregar que Celedonio tiene más de noventa y dos años - Quisieron escapar pero ni el
padre, ni la madre lo permitieron y dicen...que debe haber regresado el marido,
porque apareció atravesada por una espada en su lecho- yo caí en cuenta que
lo que le sobresalía a Rolo del saco, era una espada...oxidada y larga- Me
parece que la madre se enloqueció de pena y después el padre, murió de viejo,
pero dicen que ciertas noches de tormenta aparecen el soldado, la muchacha y
que se escucha una canción cantada por una voz muy varonil, desde las sombras.
– nos quedamos un rato callados y recordé parte de la historia que me contó
Rolo en la plaza. Las cosas no eran pura coincidencia. Don Celedonio,- pregunté
-¿ usted sabe mucho de fantasmas? Porque Rolo ha cambiado mucho desde el día de
la prueba. -dije. El anciano, me miró con sus ojitos astutos y me dijo:-Es
cuestión de creer o no creer. Yo he visto varios casos. ¡ Claro que no es
cuestión de reírse, los muertos se pueden enojar! – Nos recorrió un
escalofrío y nos dispusimos a jugar pero en general quedamos pensativos. El
abuelo nos compró helado a todos y eso nos tranquilizó y predispuso al juego.
Leandro hizo tablas y salimos con buen ánimo. Una vez que dejó a cada chico en
su casa el abuelo me trajo a la nuestra y después de cenar viendo que se venía
una tormenta, papá sacó el auto y lo llevó a su departamento, que queda a diez
cuadras. Me fui a la pieza las nubes
cubrieron rápidamente el cielo, parecía que habían corrido un toldo de plomo el
barrio. Un viento frío comenzó a soplar desde el sur moviendo frenético las
copas de los árboles. Los truenos y relámpagos comenzaron una danza furibunda y
no me pude dormir. Me coloqué el discman para no despertar a nadie y me senté
en el descansillo de la ventana y me quedé contemplando la furia del cielo.
Desde donde estaba se veían los techos de todas las casas. Algo despertó mi
curiosidad. De pronto vi pasar a Rolo hacia la casa de la esquina. Iba con una
enorme gabardina oscura. ¡Sí, era él! ¿ A dónde se dirigía sino a la casa
maldita? No se si me había quedado dormido y estaba soñando. No, es él, no cabe
duda va hacia la puerta principal. Un rayo iluminó el cielo y pude ver como
entraba en el jardín. Miré y vi de repente una luz amarillenta que iba y venía
de ventana en ventana. Luego subió al mirador. Un escalofrío me recorrió la
espalda. Tenía todo los pelos de punta. ¡Qué miedo! Yo debo haber parecido un
alfiletero lleno de aceritos. La luz aparecía y desaparecía intermitente.
Pasaba de un lugar a otro y la figura de Rolo se recortaba agigantada por las
luces de los relámpagos. El ruido de la tormenta despertó a papá. Cuando vio
luz en mi cuarto apareció con un vaso de leche tibia con cocoa. Yo le señalé la
luz en silencio. Tenía que compartirlo con él. Mi papá quedó perplejo y me
tranquilizó diciendo que “siempre hay una explicación para ese tipo de cosa”.
Lo inexplicable en la noche de día se hace fácil. Yo lo tranquilicé, pero no
pude dormir hasta el amanecer que soñé con un sin fin de monstruos.
Desayuné rápido y me fui al colegio. Allí estaban los chicos,...¡ con
unas caras! Algo andaba mal. ¡ Claro, yo imaginé que tenía que ver con lo de
esa noche!
Por la galería apareció Rolo...con esa gabardina que era tres tallas más
grande. Algo abultada su espalda y sus brazos. Y por atrás le sobresalía algo
extraño. Era la famosa espada que se arrastraba en los mosaicos y
rechinaba haciendo que nuestros dientes sufrieran. Parado frente a nosotros nos
dio la sensación que sus ojos eran de súplica. Unas ojeras violetas subrayaban
los ojitos, que de no dormir, era pequeñitos. Estaba aterrado sin dudas y no
podía hablar. Desde ese día quedó mudo. Nos miraba como pidiendo socorro.
Algo terrible le pasaba y no nos podía explicar.
La espalda tenía movimientos extraños. De entre su manga apareció una
cadavérica mano pálida, que sobresalía, tratando de tocarnos...estiraba unos
dedos descarnados y azulados...De repente, se cayó esa mano, y como por arte de
magia desapareció. Un grito desgarrador salió de la boca de Rolo y salió
corriendo. Nosotros gritamos también y mientras nuestro pobre amigo desaparecía
por la galería; un profesor, el director y la profe de inglés aparecieron
corriendo. ¡Algo muy malo estaba pasando y tenía que ver con la casa de la
esquina!
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