En la casa de la cumbre de la Pedrería , vive un médico
con su familia. Es un profesional respetado por la sociedad y muy estudioso.
Tiene ocho hijos: cuatro varones y cuatro niñas. Su esposa es hermosa y muy
hacendosa. La última al nacer pesó muy poco. Parecía un pajarito primoroso.
Pero con cuidados y amor creció pronto y logró el peso que tanto preocupaba a
su padre. La bautizaron Lorena. Cuando creció parecía que se alimentaba de néctar y rocío. Era frágil y tan
blanca como la luna llena.
Una mañana, una de las muchachas la vio hacer extraños
movimientos en la cuna. Pero nadie se preocupó. Cuando cumplió seis años, le
festejaron con alegría su día y asistieron muchos niños de la zona, pero ella
parecía que vivía en un mundo particular. El padre comenzó a estudiar para
saber si no era “autista” un mal que separa del mundo real al niño.
-Mamá, Lorena está caminando por la pared de la calle que
da a la carretera. Mira.
-¿Cómo... ¡cómo no me avisaste antes!? –dijo alterada Carola.
-¡Cómo usted, madre, dijo que no opinara y que Lorena es algo
rara, creí que no tenía que decir nada.
- ¡Dios mío, corramos a ver qué está haciendo!- luego al
ver a su mamita tan preocupada la niña se detuvo y bajó al jardín.
Mientras siguió limpiando unas bandejas de plata vio como
sacar la mancha de la alfombra que dejara alguien ayer al caminar con polen
azufrado en diminutas huellas.
- Señora, Lorena, está mirando por la ventana quieta, muy
quieta- (suspendida de la cortina y yo creo que esta loca...loquísima) - dice
la mucama mascullando.
El doctor Benito, esposo devoto y padre amoroso observa
consternado a Lorena, pequeña, delicada de cabello larguísimo ya que no permite
le toquen el cabello castaño oscuro; ojos pardos, grandes, como cristal de
cuarzo poblado de tristeza, ojeras profundas provocadas por largas noches de
embelezo. Siempre pensando en quimeras. Sueños. Manos largas y finas como
pétalos de lirio azulados. ¡El padre observa y teme porque esa hija, que es una delicia, se va
desdibujando, se diluye lentamente! Lorena parece un ángel, un pequeño genio, un
hada. Tiene un Alma que no parece igual a la de los otros niños. Se pregunta
en sus silencios compartidos con la
mirada inquieta de su hija pequeña.
- Rosa hoy tenemos que lavar los vidrios, las cortinas, las
colchas... ¡menos la de Lorena, por supuesto!
- Yo subo señora, ya
lo hago.
Así pasan los
días y surgen nuevas y extrañas situaciones. La niña vuela, danza con sus
zapatillas de punta y su traje de gasa blanca por las cornisas y los tejados de
la casa. Come pétalos de flores, bebe
rocío y sueña.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario