En la larga
esfera de la tarde
el estrépito de
un sol incandescente
me dibujó una
sonrisa
inaugurando
sequías
continué en
silencio
una tarde de
invierno
junto a la
acequia
pero necesaria
mi alma
contempló mi
rostro desangrado
en espera de
sueños confiscados al exilio
comprendí que no
era mi materia
debí soñar
despierta
abandoné a esa
amiga antigua, mi utopía
en un desierto
de extraños y
pensamientos
añejos.
Tú, muy lejos
gritabas mi nombre,
sin respuesta mi
cuerpo y la garganta.
Gritabas mi nombre
en mil idiomas extraños
mi cuerpo era un
arpegio de silencio.
Era un erial
secreto con un fantasma de aguas cristalinas.
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