EL EXAM
Esa
mañana, tenía un examen extraordinario. Había estudiado horas sin mirar
siquiera el reloj. Hasta Marcia me trajo en un plato unos emparedados que dejó
en el escritorio. Los comí como autómata. Iba al corredor con las hojas de
papel repitiendo las ideas. Usé un sistema nemotécnico con números y letras.
Casi un escándalo. En teoría sabía que me jugaba el puesto y la beca. La señora
que atendía en la biblioteca me había comentado la diferencia que hacían
algunos profesores con los alumnos que se presentaban sin el vocabulario
exacto. ¡AH, también con ropa formal! Ellos odiaban a esos personajes que
pretendían ser “cancheros” y modernos, con ropas informales y descuidadas; por
eso aturdí a Luisina, mi hermana pidiéndole su mejor traje. Ella es una
exquisita para adaptar su atuendo a las circunstancias. Debo ducharme y
prepararme. Mañana es el gran día.
Ingresé
a la habitación y allí, calmada y apenas iluminada estaba Luisina.
En
la cama gemela duerme mi hermana Luisina. Cuando abra los ojos, la estaré
mirando y no le gustará. Se enojará, me acusará, si cree que estoy al acecho
tratando de entrar donde no debo. A su mundo personal, su ropa. Creí que me
dejaría su traje sobre el pie de mi cama y no, allí no hay nada.
Bajaré
a pedirle a mamá que me ayude. Y, oh sorpresa, ella me está planchando un traje
nuevo que compraron para mí. Unas lágrimas de ternura corrieron por mis
mejillas. El amor de mi familia es el mejor regalo que me pudo dar la vida. mi
madre, que está sola desde que nació Luisina, ya que papá se fue y no sabemos
nada de él, ha hecho un esfuerzo enorme junto a mi hermana para darme ese mimo.
Abracé
a mamá y cuando llegué a mi lecho, vi que ella, Luisina, me espiaba con el
rabillo del ojo. Me eché sobre su cuerpo que temblaba de risa y la llené de
besos y me hizo cosquillas. Seguro que mi examen será el mejor de mi vida.
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