Me regalaste un rojo profundo
quebrando el estío en
la aurora mineral del cielo.
La garganta solapada
se desgrana en los laberintos.
La memoria sostiene
un cáliz de metal cincelado con fuego
Me regalaste una
tormenta de látigos de hielo azul.
Me quedé esperando
sin pudor un ruego, una palabra
tan roja cual
estrella en la penumbra,
tan desdichada, yo,
en el refugio de lobos cavernarios.
Quedamos retratados
en los muros de un lamento negro
Me miraba en las
aguas que brotaban en la arena de un desierto añejo
¿Dónde caminaré
cuando parta hacia el abismo?
Caminaré con la
materia sedosa de un sudario bordado con espinas,
Con la mirada
atrapada en la tierra, el barro o el cemento.
Regálame un granate,
un rojo atrayente y etílico
que se derrame en mi
vientre desbordado de escombros.
Ahora, seremos como
águilas que espían a la luna nueva
buscando un mínimo
éxtasis en la luz plateada y roja.
¡Y la mañana se
declara ausente en mis labios cosidos con alambre!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario