Manos grises
alas de gaviotas heridas
que arrastran sobre el arrecife
un manto de algas impregnadas de
cielo.
La profundidad en el agua inquieta
de mareas
azules mórbidos del mar.
Manos quietas
socavando el páramo de cieno
con perfume de alambiques rojos
unicornios grimosos.
Hembras inmóviles con rostro de
vampiresas. Miran
el cuerpo desnudo de la vida en el
pecho.
Manos metálicas
penetrando la lava azul en tiniebla
de sueño
desespigando trigales con esferas
de hielo o
con tormenta de trombones mágicos
domando truenos relámpagos lluvia.
Ellos haciendo el sonido del
viento.
Otras manos muertas silencio
un sonido de antaño que en el eco murmura sibilante
el dolor de la ausencia
ojos vacíos en cuencas de piedra.
Hambre de niños que se sientan en
la calle solitaria entre los escalones
de piedra esperando una palabra de
olor a pan nuevo.
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