jueves, 4 de mayo de 2023

EL OLVIDO


 

            El viaje fue repentino, había recibido un telegrama urgente desde Costa Larga, y debía ir pronto. Se despertó tempranísimo. Esa noche había buscado su valija, la desempolvó y puso la ropa indispensable, ya que no tenía muchos días de permiso en el trabajo. Nada sofisticado, ya que por el tipo de telegrama, era muy sospechoso el apuro para que viajara y ya sabía que cuando las noticias llegan así nunca son buenas nuevas. Pesó en un accidente, una enfermedad y hasta en una muerte repentina de Pablo. No llamaría a sus padres, sería motivo para un revuelo y todos querrían viajar. Buscó los documentos y los puso en la mochila junto al dinero que consiguió sacar del cajero.

            Se bañó y lavó el cabello y sin siquiera secarlo, se vistió. Ya había llegado el taxi y le tocaba bocina. Bajó por las escaleras, su maleta no pesaba, además en esa línea aérea no permitían mucho peso. Subió al vehículo y el hombre que la había buscado salió presto al aeropuerto.

            Descendió y con la mochila y la valija, corrió hasta la puerta de ingreso. Ésta se abrió sola y sintió que alguien la tomaba del brazo con fuerza. Se volteó y el rostro de Mauricio, su compañero de oficina le sorprendió. -¿A vos también te han llamado de urgencia?- dijo asustado. –Sí, por eso viajo.- ¡Qué extraño!

            Hicieron una larga fila y entregaron su equipaje y los documentos. Ya podían pasar por el armatoste donde los registraban por si llevaban algún artefacto. Desde el once de setiembre en las Torres Gemelas, habían tomado medidas extremas de control. Ella sonó con las diez o mil chicharras del aparatejo. Es que olvidó sacarse el reloj y las pulseras como los anillos que siempre usaba. Él, pasó sin pena ni gloria y la dejó atrás sin sentimiento de culpa. ¡Dichosos los hombres que no usan adornos!

            Detrás de Andrea un muchacho no tan joven sonó y sonó con diez mil chicharras. Y lo comenzaron a revisar y quedó atrás. En el salón de espera no encontraba un lugar donde ubicarse y no quiso estar cerca de Mauricio.

            Cuando subió al avión, tras pasar por el largo pasillo y la manga del mismo, la esperaba una azafata sonriente con el cabello desaliñado y con cara de muy cansada. ¡Pobre! Pensar que de joven había soñado con ser azafata y ahora que las veía cuando viajaba, se daba cuenta lo difícil y cansador que era ese oficio. Se acomodó junto al pasillo en el doce C, pero… un energúmeno moreno y con cara de pocos amigos, la hizo correr y se sentó en ese mismo lugar.

            Vino un ayudante y les pidió el ticket y sonriendo le pidió disculpas al hombrote por haberse equivocado, ya que el de ella era el C y le de él, era el B. igual Andrea con su mejor humor le dijo:- Está bien, no lo moleste al señor, yo se lo cambio. Y el tipo gruñó un :¡Gracias! Que parecía un azote.

            Luego de escuchar la ceremonia de donde están las mascarillas que caerán sobre los pasajeros si pasa “algo” y bla, bla, bla; ella se quedó ensimismada mirando una revista que sacó de la solapa de su asiento. Allí vio unos hermosos parajes isleños y hoteles de lujo. Ella nunca podría ir a un lugar así, pensó.

            Cuando llegaron a destino Mauricio le ofreció compartir el taxi y ella aceptó. No llevaba mucho dinero. Llegaron al departamento de Pablo, este volaba de fiebre y estaba solo, tiritaba, tambaleando abrió la puerta y se tiró en un sillón. ¡Gracias por venir, amigos! Creo que de esta no salgo. Me han contagiado la Malaria.

            Mauricio se derrumbó, Andrea fue directo al refrigerador y sacó hielo y envolviendo en toallas sus pedazos, cubrió el cuerpo y la frente de Pablo. Cuando fue a sacar de la mochila sus lentes, se dio cuenta que la había dejado olvidada en el aeropuerto.

            ¿Qué hago?- pensó en voz alta. Mauricio por miedo a contagiarse, se ofreció a buscarla. Y allá fue. Taxi en camino le preguntó si esa enfermedad se contagiaba fácilmente. El tipo se largó a reír.- ¡No, señor! Y siguió dando una clase magistral sobre la enfermedad. ¡Por suerte encontró la bolsa y regresó más tranquilo! Llegó un médico y le dio un serie de medicamentos que lo aliviaron muchísimo. Pero sentenció: -¡Deberá lidiar con esta enfermedad durante mucho tiempo!

            Lo divertido fue la charla en la que se enfrascaron Mauricio y el doctor sobre la Malaria; gracias a mi olvido. Mi compañero había aprendido mucho del chofer del taxi y quería demostrarnos toda su sapiencia.

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