Siempre soñaba con viajar. Entraba
en las bibliotecas del pueblo y ya sabían que pedía libros de países lejanos,
de ciudades extranjeras. Ubaldina soñaba con trenes y barcos y aviones. Pero nunca
había salido del pequeño barrio junto a la cancha donde trabajaba su padre.
Ella ensoñaba con pasear por plazas antiguas, castillos y viejas catedrales. Su
madre se reía y la obligaba a que le contara por dónde estaba paseando ese día
o a qué lugar tomaría el próximo tren para escapar a sitios de leyenda.
La hermana y el hermano, la
atormentaban con chanzas y preguntas. Se ingeniaban conocer algún lugar donde
hubiera playas o bosques para decirle como debía ir. Ella a veces lloraba y se
refugiaba en la biblioteca de la escuela. Allí, siempre encontraba alguien que
la apreciaba o le pedía algún dato para un examen o una tarea escolar. Con
ternura, la bibliotecaria, la miraba devorar los mapas y las imágenes de los
libros una y cien veces leídos.
Pasó la escuela primaria con
excelentes notas y la directora de la escuela llamó a sus padres y les rogó que
le permitieran seguir estudiando. La madre no quería y el padre dudaba. Si la
ponía a trabajar en algún negocio cercano ayudaría con la casa. Ambos decidieron
dejarla un para de años en el ciclo superior. Allí fue el gozo total. Sus
profesores se asombraban de la facilidad y conocimientos que tenía del mundo,
de los lugares más inhóspitos conocía flora, fauna e historia. Hasta sus
compañeros le consultaban temas que ellos ignoraban.
Su profesor de geografía un día le
preguntó de dónde tenía tanto amor por su materia. Ella dijo: Mi sueño es tomar
un tren, llegar a lugares lejanos, conocer playas, bosques y la sabana
africana, el desierto, los colosos del Himalaya y viajar, viajar, viajar.
Pasó lo imprevisto. Saliendo del
colegio, un tranvía la atropelló y quedó muy delicada. Entró en un estado de
inconciencia. Le tenían que inyectar oxígeno, alimentarla por zonda y no pudo
despertar.
Sus
hermanos comprendieron que si le leían de lugares lejanos donde ella quería
conocer, tal vez mejorar.
No sabían que su mente divagaba por estaciones de trenes, oía silbato de barcos y trepaba a trenes que no regresaban nunca a ese lecho del hospital. Ubaldina nunca despertó y su familia piensa que se fue en un tren a un lugar muy extraño donde podía ver cada uno de los castillos, catedrales y plazas del mundo. Un día su corazón se detuvo, y por fin voló no sabemos hacia dónde.
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