viernes, 19 de mayo de 2023

LA ESTACIÓN ES UNA PLAYA DESIERTA DONDE SUENAN SILBATOS DE TRENES QUE SALEN Y NUNCA REGRESAN

 

            Siempre soñaba con viajar. Entraba en las bibliotecas del pueblo y ya sabían que pedía libros de países lejanos, de ciudades extranjeras. Ubaldina soñaba con trenes y barcos y aviones. Pero nunca había salido del pequeño barrio junto a la cancha donde trabajaba su padre. Ella ensoñaba con pasear por plazas antiguas, castillos y viejas catedrales. Su madre se reía y la obligaba a que le contara por dónde estaba paseando ese día o a qué lugar tomaría el próximo tren para escapar a sitios de leyenda.

            La hermana y el hermano, la atormentaban con chanzas y preguntas. Se ingeniaban conocer algún lugar donde hubiera playas o bosques para decirle como debía ir. Ella a veces lloraba y se refugiaba en la biblioteca de la escuela. Allí, siempre encontraba alguien que la apreciaba o le pedía algún dato para un examen o una tarea escolar. Con ternura, la bibliotecaria, la miraba devorar los mapas y las imágenes de los libros una y cien veces leídos.

            Pasó la escuela primaria con excelentes notas y la directora de la escuela llamó a sus padres y les rogó que le permitieran seguir estudiando. La madre no quería y el padre dudaba. Si la ponía a trabajar en algún negocio cercano ayudaría con la casa. Ambos decidieron dejarla un para de años en el ciclo superior. Allí fue el gozo total. Sus profesores se asombraban de la facilidad y conocimientos que tenía del mundo, de los lugares más inhóspitos conocía flora, fauna e historia. Hasta sus compañeros le consultaban temas que ellos ignoraban.

            Su profesor de geografía un día le preguntó de dónde tenía tanto amor por su materia. Ella dijo: Mi sueño es tomar un tren, llegar a lugares lejanos, conocer playas, bosques y la sabana africana, el desierto, los colosos del Himalaya y viajar, viajar, viajar.

            Pasó lo imprevisto. Saliendo del colegio, un tranvía la atropelló y quedó muy delicada. Entró en un estado de inconciencia. Le tenían que inyectar oxígeno, alimentarla por zonda y no pudo despertar.

Sus hermanos comprendieron que si le leían de lugares lejanos donde ella quería conocer, tal vez mejorar.

            No sabían que su mente divagaba por estaciones de trenes, oía silbato de barcos y trepaba a trenes que no regresaban nunca a ese lecho del hospital. Ubaldina nunca despertó y su familia piensa que se fue en un tren a un lugar muy extraño donde podía ver cada uno de los castillos, catedrales y plazas del mundo. Un día su corazón se detuvo, y por fin voló no sabemos hacia dónde.

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