martes, 30 de mayo de 2023

EL VENDEDOR DE LA “CARRETELA”

 

            Era un hombre tan delgado que seguramente remedaba a Mahatma Gandhi. Su llamado de atención parecía una canción lejana. El viejo caballo atravesaba la calle San Martín de punta a punta y todas las calles aledañas con el sonsonete: “Turco vende todo, kohol, jabones perfumados, perfumes orientales y puntillas”. Salían las mujeres a comprar a la calle con apuro. Las patronas mandaban a sus mucamitas corriendo a comprar chucherías, para solucionar algún olvido. Siempre olía a perfume barato; “Mi clavel” era el preferido y engominaba los bigotes dándole una imagen “diabólica”. Con su cháchara enamoraba jovencitas inexpertas. Recuerdo la vieja carretela con la capota de hule negro cargada de puntillas y canastas con productos de perfumería. Un día descendió  sobre la calle Barcala, junto a un portón frente a casa. Allí lo vi entero, parado y sonriente. Llamó, y al salir la “Paca”, mi vecina, que tenía veinte años, entró el vendedor en la vieja vivienda de adobe, dejando su caballo manso atado a un árbol.

Un día ví a la Paca, salir vestida de novia, con un velo blanco cubriéndole la cara. Subió a la  carretela y se perdieron por la senda empedrada Pensé mucho y descubrí, que el amor tiene recovecos, que yo, que cumplía 12 años en pocos días, no entendía. ¿Acaso la Paca, podía querer a ese hombre como en las novelas de la radio? El “Turco”, debía, a mi entender,  cargar varios años más que la novia. ¿Cincuenta años tal vez tenía? ¡Si podía ser el padre de la novia! Era tan feo… y áspero. Hoy a la distancia pienso que no era tan mayor, pero igual era mayor que mi vecina. ¡Mucho mayor que ella por supuesto! Nadie la volvió a ver. Las malas lenguas del vecindario comentan que la Rosa, su madrastra la vendió y que el esposo, el “Turco de la carretela”, la llevó a vivir el un lugar, lejos, muy lejos, donde las mujeres van todas cubiertas de velos negros.  La Rosa, después del casamiento de la Paca, se compró una casa con patio y jardín en las afueras. Sus hijas se casaron con hombres de dinero y viven como reinas. ¡Pobre Paca, siempre la recuerdo con sus ojos llenos de lágrimas salir vestida con su traje de novia prestado. Eso lo supe después, porque nunca se lo devolvieron a la Jesusa! ¿Me preguntó si será feliz? Pero en los días de zonda me parece que entre el aire caliente que levanta el polvo de la calle en arabescos, veo el caballo arrastrando los canastos con perfume barato, a “Mi Clavel” y escucho la voz nasal del hombre tratando de vender sus puntillas.

 

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