No lo puedo creer. Es un fantasma de tu imaginación. Ayer me decías que el cansancio se había apoderado de tu vida. Apenas tienes treinta años y ya no crees tener esperanza de que Arturo regrese. Perdona, pero creo que deliras. Él te ama.
Recuerdo el invierno pasado, pasaban las tardes y las noches acurrucados acariciándose
La soledad los envolvía pero completaban ese lapso de cuerpos tibios envolviéndose en un amable soliloquio.
Vamos a ver cuánto tardas en comprender que si se ha ido, regresará cuando la tarde sea fría y rememore el calor de tus brazos, del sillón que permitía que juntos, vieran una película o un programa de You Tube, sobre algo interesante. ¡Es cierto que no podía ir contigo a ciertos conciertos y escapadas con amigas! Pero siempre te esperó como el fiel amante que era. Sus ojos verdes, parecían gotas de lágrimas vegetales, cuando tardabas.
No comía si no estabas allí, junto a él. Su lengua áspera te limpiaba las manos cuando regresabas del centro. Te lamía. Era un compañero inesperado en tus noches de insomnio. Se hace tarde y debo irme. Pero si miras por tu ventana sobre el árbol están sus ojos. Te miran, Michu ha regresado. Llámalo y entrará como lo hizo siempre por la ventana de la cocina. Para eso es tu gato.
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