Llegaron los especialistas y sintieron un horror enorme. ¿A quién se le ocurre tener semejante "mascota"? Comenzaron por rastrear a los habitantes del complejo habitacional. En la planta baja, habitaban tres personas de edad avanzada. Basilia, con sus ochenta y cinco años, estaba fresca y su mente comenzó a discurrir en ruidos y voces que había oído esa semana. ¡Nada importante para el caso! Modesto y Jessica, de tan sólo noventa y dos años él y noventa ella, estaban tan asustados que no recordaban ni sus nombres. La cuidadora de los ancianos, los protegía de cualquier torpeza externa. No pueden molestar a mis "viejito", perdería el trabajo y los hijos que viven en Toronto, me dejarían en la calle. Rebeca, era la más joven. Setenta y seis años, con una memoria envidiable, sólo atinó a nombrar a los dueños de los pisos de su zona, el color amarillo, donde solían vivir estudiantes extranjeros.
Sobre el sector donde había ocurrido el hecho, no sabía nada. No conocía a sus vecinos. Del sector azul, solía aparecer un hombre rudo, con dos niños. ¡Y sí, allí había ocurrido el estropicio!
El inspector Tremplay, experto en serpientes, fue directamente al departamento de dicho inquilino o dueño del piso diez. Allí, sacaban las dos bolsas con los cuerpos de los niños. Noah de cuatro años y Connor de siete. En una jaula especial, los peritos y veterinarios, con la consabida discreción retiraron el animal. ¿Y dónde estaban sus padres? Preguntó la comisaria Brunswick. Un titubeante subalterno, dijo que los padres estaban mirando un partido de béisbol en el segundo piso. Nadie había oído nada. Excepto el griterío de los que esa noche con varios "tragos" en su tiempo deportivo, arengaban a sus jugadores favoritos.
¡Revisen por dónde pudo entrar el asesino! Se empujaron dos de los ayudantes para dar un paso atrás... ¡Puede haber otra igual o acaso no andan de a par? La mirada del inspector echaba fuego por sobre los ayudantes. ¡Son unos cobardes y ya se ubican para averiguar por dónde ingresó el bicho! Llegó el padre. Lloraba como un niño abandonado en el infierno. ¿No sabe decir de dónde pudo venir semejante monstruo? No. Un hilo de voz cascada por el dolor y la vergüenza, le impedía hablar con dignidad.
Mi mujer está en un centro de salud y sólo me echa la culpa porque los dejé solos. ¿Quién iba a pensar lo que ha ocurrido? ¡Quién puede ser tan tortuoso que tenga en un departamento normal semejante animal? Nadie. Una persona como nosotros, que siempre trabajamos en nuestras oficinas, dejando a los niños en la guardería, no tiene ni un periquito de color. ¡Ese infame, tenía ese bicho en su casa como cualquier "perrito o gatito"! Jamás hubiéramos imaginado ni dudado de la seguridad de nuestro hogar.
¡Inspector... venga, creo que la pitón, ingresó por el techo, usando los conductos de la ventilación! Una locura. ¿Desde qué departamento vino? A inspeccionar cada piso y departamento. De pronto se presenta un extranjero y exclama. La pitón es mía, yo soy el dueño y reclamo que me devuelvan a Karly, yo la cuido desde que era una pequeña serpiente. Es parte de mi vida. ¿Qué ha hecho esa picarona?
Señor queda usted detenido, su "bebé, de 45 kilos ha caído sobre dos niños matándolos con un abrazo mortal. El hombre se desmayó, cayó rotundo sobre el piso del corredor que separa los departamentos. El enfermero lo asiste y abre los ojos asustado. ¿Qué voy a hacer? Enfrentará un juicio por tener un ser vivo sin los permisos del gobierno y ya verá usted la demanda de los padres. El grupo de la policía juntó todos los posibles elementos que sirvieran para el juicio. La bestia quedó prisionera junto a su dueño.
Sólo quedó un osito de peluche caído cerca de la camita donde había caído la pitón africana. Afuera del edificio los periodistas y camarógrafos, buscaban saber más sobre el hecho "insólito" ocurrido en ese pacífico centro habitacional.
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