viernes, 12 de abril de 2024

EL CASO DEL AMOR DE UNA MADRE

 

            Yo le pido por favor que tome un poco de agua. Si no bebe se va a deshidratar. Ahora le abro las cortinas gruesas y va a entrar el sol. Igual que cuando yo era chiquita. Se acuerda que usted me decía: -¡ Mirá que hermoso día! Yo me estiraba para mirar mejor. Recuerda esa vez que se fue por dos días a bailar con Ismael y se olvidó de dejarme agua y comida. ¡Yo tenía cinco o seis años! Cuando me cansé de esperarla y el hambre me agotó el llanto, me dormí un día y medio. Yo no le voy a hacer eso. Antes de irme le doy agua y comida.

 ¡ Ah, ahora me doy cuenta! No está cómoda. Ya la voy a sentar un poquito y le voy a aflojar las vendas. Recuerde. Una vez se fue, yo tendría como siete u ocho años, se fue a una fiesta y se olvidó de aflojarme y cuando vino yo tenía las manos medio moradas. Fue esa vez que el señor Patrik, su nuevo amigo me trajo de regalo una radio. Usted nunca dejó que él me viera, pero como supo que yo existía, me la dejó a mí. Así  aprendí a hablar mejor y sabía todo lo que sé de la vida. Es linda la radio, lástima que se rompió. ¡Bueno, en realidad la golpeó un día que se enojó porque me enfermé y no se pudo ir a bailar! Ese día se asustó. Creo. Me sacó la chata, me bañó y trajo a un hombre que me viera. Él le dijo que la fiebre era muy mala y que me tenía que llevar al hospital con urgencia. ¿Se acuerda cómo se enojó con usted? Cuando se fue, no me llevó, pero me daba de comer en la boca y me dejó libre. ¿También quién se puede escapar con parálisis infantil? Yo supe lo que tenía por la radio. Constantemente hablaron de que había polio en todo el país. Desde entonces la radio se quedó muda. Igual que usted ahora, igual que yo antes.

             ¡ Pero mire si será caprichosa! ¿ Cuántos días hace que le puse ese plato de comida ! Los gusanitos son pura proteína...me decía cuando yo no le comía el guiso que me dejaba...¿ Y ahora usted no quiere probarlo ? No me diga que no le he cocinado bien. Recuerde que me pegó con su zapato azul de taco fino y me dejó este ojo así chiquitito, porque pasé como cinco días sin probarle una sopa de cangrejos. ¡Claro... los gusanitos caminaban entre los trozos de papa. ¡ Esos ojos que abre! ¿ A ver, qué me quiere decir? Seguro que tiene miedo que me vaya y la deje solita. ¡ Ah, ya sé que quiere! No le puedo sacar la chata, porque si me ensucia las sábanas voy a tener que trabajar mucho. Eso sí aprendí de usted, no hay que trabajar tanto, mejor es divertirse. Yo no voy a bailar porque no puedo con estas piernas desiguales. Vio, me quedaron como ocho centímetros más corta una de otra. Me cuesta andar. Me arrastro. Por eso tardo tantos días en volver cuando salgo. Si me hubiera llevado al hospital, tal vez ahora caminaría un poco mejor. ¡Pero yo la comprendo tenía que ir a sus clases de baile en las confiterías del barrio! Le abro un poquito la ventana. Hace bastante frío, pero cuando regrese no habrá olor a podrido como ahora. Espéreme tranquila que voy al mercado y vuelvo. ¡Tal vez, tal vez llegue esta nochecita! No la voy a besar. Siempre me explicó que la gente fuerte e inteligente no necesita besos ni mimos. ¡ Lástima que me cueste tanto bajar las escaleras, pero si salgo rápido, cuando llegue esta noche, seguro que la voy a desatar!

            Carmiña, sale arrastransdo su cuerpo deforme. La calle es su refugio. Camina. Camina. Todo el día camina.

 Luego, en cualquier lugar de la ciudad se queda quieta. Descansa en un rincón sombreado, fatigada de caminar sin claro rumbo. Habla con quien la quiere escuchar. Sonríe a la nada. Carga infinidad de bolsas con objetos que encuentra y le agradan. Limpia y bien vestida nadie puede sospechar su verdadero drama. Nadie tampoco podría calcularle la edad.

             Le cuento señor. ¡ Soy tan sensible que creo que esta noche la voy a desatar! ¡Pobre mamá, ella ahora vive igualito que yo cuando era chiquita. Pensar que permanecí veintitrés años atada en la cama. Sin conocer a nadie, sin ir a la plaza, ni a la escuela, enferma, con llagas y la chata debajo de mis nalgas. Hasta ese día que entró...ese señor vestido de policía, llorando me desató. Me llevó escalera abajo en el viejo edificio y después yo no me acuerdo que pasó...disculpe. ¡Ahora tengo que apurarme, mamá me espera en casa!

El hombre que está en el banco de la plaza la mira sorprendido. Nunca escuchó una historia parecida. Piensa en su familia que adora y que cuidó toda la vida. Ahora que está jubilado, trae a sus nietos a jugar. Mira como la pobre Carmiña sale arrastrando mil años de penas. Ella, sonríe amable y se pierde en la calle hablando consigo misma. Los pasos retumban como tambores de cuartel sobre los adoquines. La luna se refleja en su cabellera blanca. La mujer habla y habla con sus fantasmas.

 

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