La joven se miraba al espejo. Esperaba que la llamaran para entrar a bailar al plató. Estaba descompuesta; pero igual recordaba lo que pasó.
En la función anterior un público manifestó su desencanto por el retiro de la primera bailarina. Esa famosa joven que vomitaba y vomitaba antes de bailar. En realidad, nadie sabía que estaba embarazada; que la había violado el dueño del teatro entre los trebejos de tramoya y sólo el tramoyista los había espiado. ¡Nunca se atrevería a denunciarlo! Sabía que lo echaría inmedediatamente. Un pacto de silencio empujaba a los empleados del odeón para evitar que cerraran el único lugar donde podían desempeñar su trabajo.
La bella “Julieta y el hermoso Romeo con sus mayas viejas y ajadas, siguieron bailando hasta completar el ballet. Cuando cayó el telón, ingresó un policía con un médico tinto en sangre. En un callejón cercano al teatro habían encontrado el cuerpo del tramoyista, con la yugular cercenada. Un silencio profundo se hizo en los entretelones del teatro. Nadie se atrevió a pronunciar palabra.
Se miraron unos a otros. El policía les obligó a sentarse en el suelo y comenzó a indagar mirando a los ojos de cada uno de los personajes del teatro. Un horror atravesaba el cuerpo de los frágiles muchachos. Sabían que se delatarían. Otros, realmente desconocían lo ocurrido con la primera bailarina hoy reemplazada por Jazmín Otero.
Un arrogante patrón caminaba furibundo entre el personal, con la mirada fija en cada uno, amenazante y sarcástico; no hablen… decía su actitud, que no pasó por alto al Inspector que ingresó tras el oficial de la policía inicialmente interrogante.
Jazmín, muy descompuesta cayó desmayada. Mirko, la recogió e intentó sacarla del lugar, cosa que fue impedida por el nuevo inquisidor. ¡Esta joven debe saber algo! Y un murmullo se desbarrancó entre los presentes. ¿Ella también?
El hombre de gabardina negra con oídos acostumbrados a los susurros, entendió que había un secreto conocido por todos. E indagó con fiereza a los presentes. Los fuertes gritos retumbaban como timbales en el teatro. ¿Qué está pasando aquí? Urge que hablen o los arrestaré a todos. El temblor de los artistas era clásico. No Estrabn acostumbrados a enfrentar ese tipo de trato.
Una voz cansina y trémula dijo: - Hay una posibilidad. Ayer nuestra querida Muriel, se desmayó y hubo que reemplazarla hoy porque está embarazada. Tal vez, el tramoyista tenía algo que ver… era un padre negado.- Y se hizo un silencio gélido.
-¿Es posible que Muriel o como se llame esa muchacha, sea la asesina? – preguntó al patrón. ¡Si, claro es una mujer fuerte y odiosa! El grupo se rió a carcajadas. ¿Fuerte y odiosa? Si era débil y amorosa, jamás se negó a pesar de que fue maltratada por usted, dijo sin temores el pianista.
No pasó por alto el comentario. Bueno serán todos indagados y queda arrestado el señor, dijo mandando al policía a apresar al hombre. Jazmín despertó. Mirko la sostuvo y ella señalando al patrón dijo: Yo pude ver que violó a Muriel, usted es un malvado. ¡Asesino! Gritaron todos. E inesperadamente, éste sacó un pequeño revolver y detonó un tiro en la sien, cayendo sobre el plató. La sangre cubrió las zapatillas de bailes de los artistas. ¡Todas, ahora, eran zapatillas rojas tintas en sangre!
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