Plantaré un
ceibo que arrulle al río en su violencia roja
El lago se
teñirá de granate con las flores cuando el viento azote
Entonces no
será espejo, ni lago, ni río. Una ciénaga.
Agitaré un
pañuelo en la orilla para llorar la
ausencia
Luego
agitaré los vientos y las aguas. Los peces huirán sedientos de sol
Cuando esté
todo hecho, recordaré el rostro del amor.
Un amor que
nunca pudo ser ni fue. Las flores flotarán río abajo
Ruborizando
el agua en remolinos. Rojos y escarlatas y encarnados.
Fuego
perenne en el silencio del agua que galonea el ceibo.
Estaré
parada, sola y recogiendo latidos, uno a uno, latidos
Que
reconfortarán el silencio de la orilla del río.
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