lunes, 17 de septiembre de 2018

SUR...MI SUR.




A veces...y sólo a veces
se me atraviesa el Sur en el costado.
Observo desde mi ángulo exterior
el cráter que fluye indecente
la sangre estricta,
que rebasa al hombre.
Al erguido indio colosal, desperdiciado.
Yo, entonces
con la mirada perdida en occidente
pierdo el contacto con la realidad del Sur.
¡Mi Sur, aunque lo niegue!

Yo, sangre gringa, aferrada a mi Cruz
desperdiciando latines y filósofos ignotos;
observo la piel indígena, sus manos desgarradas.
La sangre desplomada entre las piedras.
Quilates de pisadas olvidadas en yerbatales perdidos.
Guaquerías despobladas, muertas. Dioses robados de las tumbas viejas.
A veces y sólo a veces busco la esperanza.
No hay esperanza. Mi Sur se desdibuja.
Yo, entonces...
A veces miro mi pecho con el Sur incrustado en lágrimas de oro.
Oro que cuelga del algún altar ibérico notable.
Mi Sur que sangra y desparrama
en ríos de inagotable pobreza su herencia triste.
Cierro los ojos, nada altera la soledad,
nada quiebra lo inevitable. La muerte acecha.
A veces y sólo a veces pregono la injusticia
no por hacerlo cambia el destino de mi pueblo.
Cae igual el lodo entre las flores,
el sol madura los trigales y el pan
apenas alcanza para todos. ¡Ay... mi hermoso Sur!
Que muere cada día con abundancia de traición almibarada.
Yo, entonces me asomo a sus heridas con palabras
que despierten el palpitar rugiente de mi ira.
Ya no me queda tiempo, es cierto
pero estiro la cuerda de mi arco buscando el horizonte con la flecha.

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