Llegue a París
con la esperanza de recorrer esos espacios que no pude caminar en otro
viaje anterior.
No era esa ciudad impecable de la
primera vez y me sorprendí cuando caminando por Saint Honoré me crucé con
tantos personajes exóticos. Ver a Marroquíes o árabes
no era para mí novedad; pero la cantidad de turistas del lejano oriente me
descolocó. Luego de hospedarme en una buhardilla detrás de Sacre Cour, busqué a
la portera, vieja conocida de Madame Pregnon. Esta amable mujer con quien me
carteaba desde la desaparición de Manuela, mi prima, quien buscando su
vocación, logró una beca en artes plásticas. La venerable portera, se llamaba
Marguerit, y era muy charlatana y amable. La rodeaban cinco gatos, dos
canarios, un pequeño perro y una tortuga. Su vida transcurría cuidando a los
habitantes del edificio, que no tenía más de tres pisos, sin elevador. Conocía
la vida de cada uno, incluso la mía. Cuando le pedí ayuda para encontrar a
Manuela me miró intrigada y sacando de un bolsillo de su delantal
primorosamente almidonado, la pequeña tortuga me dijo, que una muchacha
Argentina, se la había confiado hasta que regresara a París. Su destino era un
viaje por Chad y Mauritania, y seguro no le permitirían viajar con el quelonio. Yo miré al pequeño animal y me acordé que Manuela
siempre hablaba de ella. Le pedí que me la dejara mientras realizaba mi estadía
en París, y así con la mascota en la mochila recorrí: Gibenny, La Provenza e innumerables
museos que me enloquecían, una tarde mientras paseaba la Rive Gauche , la
pequeña tortuga me dijo: -Detente, Luisa, ves ese cuadro… lo pintó Manuela hace
dos años.- Yo no podía creer que me estaba hablando y menos que supiera que era
una pintura de Manuela.- Mira, tu querida prima hizo igual que yo. Salió detrás
del amor, pero creo que no le debe haber ido muy bien-.
Su voz se acusaba angustiada.- Búscala en la embajada de Mauritania.-
dijo y metió su cabeza como es la costumbre de las tortugas.
Tomé un taxi y llegué a dicha embajada. Me obligaron a cubrirme los
brazos y el pelo. Me recibió un hombre que con ironía me decía que no podía
darme ningún dato. Insistí y quién logró la respuesta fue la mascota. Fue tan
grande la sorpresa del burócrata, cuando ella habló que de inmediato buscó en la P.C. allí aparecía que
Manuela estaba en Egipto y regresaría en breve. Pero esta vez no regresaría
sola, se había casado con Germen su enamorado.
La tortuga se
encogió y muerta de felicidad me dijo… vamos, terminemos de ver París y
regresemos a Bs As. Que en Pehuajó, allá me espera el mío y volvió a esconder
la cabeza.
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