La nevisca golpeteaba
el vidrio de la ventana. Un vapor fantasmal enredaba la habitación que se
calentaba apenas con la leña que crepitaba en la chimenea. Ese invierno asomaba
como un mago helado, traía escalofrío a la región de los lagos. Desde un tiempo
atrás, no había pájaros en el jardín. Un solo pájaro había anidado en primavera
entre las enredaderas y se quedó como hijo irredento del verano.
Uma, como Terpsícore,
danzaba en el rectángulo tibio de la alfombra turca. La música la tenía atrapada
con el embrujo nutricio de la dulce melodía. Canturreaba en cada arabesco y
descalza, parecía una garza desplumada, sólo cubierta por el camisón de franela
blanca y el cabello cayendo como cascada de fuego sobre su espalda.
El gato se lamía la
mano, cuando metía en el platillo de la taza de té que ya frío, descansaba en
la mesilla. El jarrón desprendía lentamente pétalos de unas rosas que
agonizaban desde el domingo antes de pascuas. Uma, un rato lloraba, un rato
reía, un rato cantaba. Enajenada del resto de la familia. Estaba esperando. Su
corazón palpitaba con un fuego inocente y tibio por el recuerdo de su
enamorado.
De la escalera una
sombra amable le hizo trizas el hechizo. Su padre, con silenciosos pasos, se
acercó a ver qué hacía su quinceañera. Carraspera y tos forzada. El gato saltó
y se acercó al amo, sobando su pelaje gris plata en las piernas del hombre.
Uma, hija, cuánto
tiempo has pasado bailando. Deja ya esas tonterías y vete a vestir que baja tu
madre a desayunar y no le gusta verte vestida o mejor dicho, desvestida como
estás.
Ambos subieron a sus
dormitorios y regresaron con ropas de calle. El padre con traje de franela gris
oscuro, Uma con un vestido de lanilla verde oscuro con vivos rojos, en la mano
su capa de tela escocesa verde, roja y amarillo, como sus ancestros usaban en
la vieja escocia.
En la mesa, ya
descansaban las tasas y el té humeante, panecillos de jengibre y tostadas con
huevos, jalea de manzanas y miel. Llegó su madre y su hermano Willy. Se
sentaron con cariño y comenzaron la ceremonia matinal conversando de novedades
simples y graciosas.
Había cesado de nevar y
el viejo automóvil rezongaba para entrar en movimiento. Cada uno a sus tareas
habituales: Uma al colegio, Willy al instituto y su padre al banco. La madre
quedaba hasta entrada la mañana y luego salía a hacer compras o visitar algún
pariente enfermo. Otras veces se la veía por la iglesia ayudando a empaquetar
ropa para los menos dotados por la suerte.
Al regresar a la casa,
el olor a carne asada al horno, a papas campesinas y sopa, llenaba los pulmones
de alegría y suspiros al estómago. Cada uno se cambiaba con ropas ligeras y
corrían a sentarse a la mesa. Clarisa, la cocinera y mucama, había preparado un
postre riquísimo y todos la festejaron sin pudor.
El gato aprovechó a
ronronear sobándose entre las piernas de Willy y Uma alternativamente.
Charlaban todos juntos entre sí, en un momento, entró Clarisa con un sobre que
había llegado esa mañana. ¡Una carta! Era muy raro ya que nadie esperaba
correo. El sello era de un país extraño a todos. Marruecos. ¿A quién conocían
en ese lejano país? Despertó la curiosidad de la familia. Mas, debían finalizar
el almuerzo, según sus costumbres para sentarse en el escritorio y ver dicha
carta.
Willy, pensó que era
para él, de un ex compañero de su instituto que había partido hacía cierto
tiempo y no había dejado dirección. La madre pensó en una prima lejana y
andariega que recordaba le gustaban esas aventuras. El padre, pensó en un
compañero del ejército y Uma, no imaginó quién podía mandar una carta de tan
lejos.
¡Y venía a su nombre! Y
cuando llegó el momento de abrir el sobre, cuatro cabezas se agruparon sobre el
papel. El gato saltó y se acomodó en su regazo. Era el primero en oler ese
sobre escrito con letra apretada y nerviosa.
La carta decía así: “Querida Uma, el día de tu cumpleaños, mi
primo Geremy, me llevó sin invitación a tu casa. Cuando te ví, quedé sombrado
Portu belleza, tu frescura y tu alegría. Estoy lejos, lo sé, pero necesito
decirte que quiero ser tu amigo y saber mucho más de tu vida, tus sueños y todo
lo que guarda el corazón. En este hermoso país, me siento un naufrago en una
isla desierta. Las costumbres acá son tan diferentes a las nuestras, que hay
días que tomaría el primer avión y regresaría a mi antigua casa. Mis padres la
vendieron y me han traído aquí, por trabajo. Yo sigo estudiando y aprendo el
árabe, pero es tan difícil, que creo que nunca lograré hablarlo de corrido.
Uma, no te enojes con mi primo, él, me dio tu dirección de correo y espero no
rechaces mi petición: ¡Sé mi amiga! Con esperanza, Ronaldo Pell.
Todos quedaron en
silencio. La miraban como a un aparecido en medio de una noche de tormenta.
Ella sorprendida, los miró y dijo: Seré su amiga, yo reconozco que cuando lo
conocí me pareció el muchacho más apuesto que pude conocer.
Willy, se enojó. ¿Quién
se cree este idiota, que mi hermana es una tonta? Lo voy a matar a Geremy, el
muy…muy y ya a punto de decir un insulto, el padre dijo: Bueno está tan lejos,
¿qué puede pasar? La madre se quedó
mirando asombrada a su marido, siempre tan osco y desconfiado. Fue un “ haz lo
que quieras” y salió de la sala sin apuro.
Cuando Uma desapareció,
encontraron cientos de cartas y descubrieron que se había ido con su amor a
Marruecos. Ronaldo Pell, se la había robado.
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