Cuando se fue a la
madrugada dijo que “que me amaría
siempre. Se fue. Habíamos peleado porque yo no tenía trabajo todavía.
Esa mañana me contestaron de un banco que me harían una entrevista, pero no me
creyó. Ella vino a los dos días. Era de noche y estaba muy nerviosa. Se encerró
en el baño del fondo. Allí se quedaba
hora mirándose al espejo y yo la espiaba, porque la adoro. Siempre pensé que
sería definitivamente mía. Construiría un castillo mágico lleno de sorpresas. ¡Me
encantaba pensar en ella como una de esas modelos de la televisión!
El barrio para ella era una tumba. Odiaba a las vecinas
chismosas y charlatanas que nos espiaban. Jamás saludó a nadie hasta ese día en
que al muchachito de enfrente a casa lo atropelló un tipo y huyó. ¡El muy
cobarde! Las ambulancias rugían con sus
sirenas insistentes. Una terrible tragedia
había ocurrido en ese espacio tranquilo. Destruyendo la paz, en el tranquilo
barrio obrero. La policía, llegó rápido y acordonó el sitio... los periodistas de
siempre parecían aves de rapiña buscando mostrar algo, sí, algo, porque ni el
maldito que atropelló ni el chico estaban ahí. Y las pocas vecinas, esas que
siempre se paraban a chusmear, se escondieron como ratas. Extrajeron los dichos
de una nena de ocho años, que se sentía actriz de cine, se ponía en pose y
exclamaba haber estado presente y decía como era el auto y quién sabe qué
pavadas más. También los abuelos que la criaban hablaban con soltura. De todos
modos era claro que nadie había visto la placa del auto ni el color del
vehículo. Heridos hay, como una docena en la ciudad por la misma causa. Pero mi
enamorada se acercó a la madre y trató de abrazarla. Era la primera vez que la
veía en esa forma amable y tierna. La investigación los llevaba a una calle sin
salida hasta que de pronto en un rincón encuentran un trozo de plástico muy
nuevo y de color cobalto que no se fabrica en el país. Con eso se podría lograr acertar en la búsqueda del
agresor.
Así supe a los días que el chico había sobrevivido, pero
con una marca indeleble por los golpes y que mí adorada, en realidad no se
quería ir y sería mi compañera para siempre.
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