lunes, 4 de mayo de 2020

LAURENCIO




Laurencio quedó aterido en el áspero piso de la celda. Los ojos cubiertos por un trapo roñoso. El olor penetrante a gasoil, no impedía que lo marearan otros perfumes: orines antiguos y mierda. Su ropa era un guiñapo de fibras mezcladas con sangre y vómito. ¡Su vómito, producto de los golpes y el miedo!
Escuchó el deslizar de un cerrojo que carraspeaba de espanto. Entró un personaje anónimo. Hasta el momento no había hablado con nadie. Éste, habló.
-¿Laurencio Sottille? No podía pronunciar un sí. Su mandíbula temblaba y realizó un esfuerzo para asentir con la cabeza.
Apenas audible su voz, suplicó saber dónde y porqué estaba allí.
-tu padre tiene lo que nosotros queremos. Mucha guita.-
Sintió un frío letal apoyado en un trozo de piel helada. Tiritaba. La humedad oscura de la mazmorra, indicaba que sería su tumba.
-hemos pedido una cantidad justa por tu puta vida, pendejo.
Llorando en silencio y forcejeando con unas ligaduras de plástico que le oprimían las muñecas y los pies. Le había robado el “Rolex” y las zapatillas italianas. ¿Su padre… tan ocupado en los negocios lo ayudaría? Pensó en su madre. Estaría desesperada. Su nana también, su noviecita ayer les había mencionado a unos amigos que conoció en un “Boliche” de moda. ¿No habrá hablado demasiado?
El tipo salió. Se oyó una discusión y unos gritos. De pronto se abrió la puerta y una cachetada de “Chanel Nº 5, le revolvió el estómago. Logró, con dificultad y mucha pericia arrancarse lo que le impedía ver. Allí, parada estaba la secretaria de su padre. Comprendió que era la amante del viejo. Supo que ya no tenía chance de seguir vivo.





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