sábado, 9 de mayo de 2020

TE PIDO ME RESCATES LOS RECUERDOS




Estoy en el umbral de la vida. He perdido mi historia, no viene a mi memoria ni quién soy, ni qué hacía, ni si tenía sueños. Esto de ser una persona sin recuerdos, es muy malo.
Me muevo por el embaldosado de la casa como un duende. ¿Es nuestra casa? A veces veo caras y creo reconocer a alguien, para luego dejarla pasar por mi lado sin pestañar
Como si acá en el rellano de la escalera, se hamacara un silbido herrumbrado de cobre, un viejo saxofón, un chelo derribado. Siento ruidos y sonidos agradables o torpes, pero no reconozco la música que solía cantar junto al piano.
¿Yo era pianista? Repaso en mi mundo con ahínco pero no encuentro nada.
Hay una mujer que viene y me trae perfumes, cremas y alguna prenda; dice que me quiere y yo la miro, pero no se quién es. No me acuerdo. Me dice mami y se sonríe cuando le digo que no la conozco. ¡Es una linda mujer!
Ayer o antes o recién, me miré las manos. Parecían de otra persona. Uñas cortas, limpias y suaves. En esta casa no hay espejos. No se porqué. Tal vez para que no nos reconozcamos, para que seamos otras, o alguna que se fue y se perdió en la calle.
Hay un reloj de péndulo detenido a las cinco y veinte. Nunca se mueve. Es como si estuviéramos detenidas en el tiempo. Tampoco hay hombres, sólo mujeres viejas.
Cuando llegues a buscarme, a liberarme de este encierro, tráeme la memoria. Uno a uno los recuerdos que he perdido. ¡Ah, por favor, no te olvides de decirme mi nombre!



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