La
vida tiene momentos confusos y otros inolvidables. Ni hablar de mi vida que
está llena de suspenso y misterio. Mi infancia fue un pasar de la realidad de
mi casa en pleno centro de la ciudad entre el estrépito del tránsito y los largos
veraneos en la estancia del Tío Cipriano en Ascochinga. Todos esperábamos el
verano para salir de la canícula infernal para llegar a sentarnos debajo de los
enormes robles cerca del río.
Ya
había rendido mis exámenes de ingreso al colegio secundario cuando papá dejó
bien claro que después de navidad, ese año, iríamos nuevamente al campo. Los
preparativos nunca eran suficientes. Mamá y María, siempre corrían hasta último
momento con algo que se quedaba olvidado. María era nuestra nana y desde que nací
estaba en casa. Era parte de la familia y la amábamos los cinco. Mi hermano
Julián y Héctor, estaban en la edad del “pavo” según decía papá, pero ellos
eran los que estaban autorizados a
acompañarnos al río en las tardes para bañarnos en las cristalinas aguas.
Aprovechaban
para hacernos mil travesuras. Yo trataba de esquivar en especial a Héctor que
era el que se mofaba de mi fealdad. Sufría enormemente por mis piernas de
alambre y mis ojos saltones. Ni hablar de mi nariz que parecía un asa de
tetera, como decía Héctor. Era algo tímida pero en la estancia me dejaba
seducir porque era libre. Me compraban mandándome pequeños ramilletes de flores
silvestres y yo les tendía todos los días la cama, lavaba las medias y los
reemplazaba en los menudos quehaceres que les correspondía hacer a cada uno.
Una
noche que no podía dormir, me deslicé por la escalera del frente y bajando al
parque me senté a mirar las estrellas en un desgajado sillón que habían
construido debajo de los robles. Generalmente allí se sentaban en las tardes a
tomar mate y a recordar anécdotas de los abuelos y mayores de la familia, mi
mamá y el resto de los adultos. Era cálido y bello. Miré el cielo y un millón
de estrellas me guiñaban sus párpados juveniles. De pronto sentí un murmullo.
En realidad me llamaban por mi nombre. Imaginé que eran Julián y Héctor que
hacían algo para asustarme y ni me inmuté. Caty y Loli, dormían. Son tan
pequeñas aún que se duermen apenas mamá les da la bendición después del postre.
Como
les contaba, me puse indiferente y comencé a contar las estrellas más cercanas.
Otra vez mi nombre... Chiche... bueno me llamo Marina, pero todos me dicen
Chiche. Era sin duda alguien que me conocía mucho, pero la voz no era conocida.
Era aguda y aflautada. Miré con curiosidad y ¡OH! sorpresa junto al tronco y
casi debajo de la mesilla de piedra, estaba el “zorrinillo” de la t: v., ese
que vive enamorado de una gata. Lo sorprendente era que no apestaba con su olor
nauseabundo. Me incliné para verlo mejor, y me habló:
-
Oye Chiche, ¿qué estás haciendo aquí? – dijo mientras
se acomodaba su hermosa cola peluda- Creo que ya nos conocemos de tu casa en la
ciudad.
-
Bueno es bastante raro que vos me hables y me digas que
me conoces, yo te veo todos los días al
regresar de la escuela y me haces morir de risa. ¡Sí que eres enamoradizo!
Además convengamos que...
-
Que no me ha ido bien últimamente con el amor ¿verdad?-
me dijo sin ofuscarse.
-
Creo que debes ser más cuidadoso y fijarte bien a quién
buscas para amar. Y recordar que eres un zorrillo y debes encontrar a alguien
como vos para enamorarte
-
Ay, ya verás... pronto te va a entrar la edad del amor
y te veo queriendo que un chico con aparato de ortodoncia o lleno de acné te
diga que te ama. ¡Ja, ja ¡ y vos lo verás hermoso.
-
Cállate si serás tonto ya me gusta uno de mi clase de
Inglés. Se llama...
-
“Chiquito”, si yo lo requete conozco, siempre está
frente al tele cuando yo aparezco a las cuatro de la tarde. Y te aviso él,
suspira por vos.
-
Vamos, si soy tan fea que no creo que me mire jamás.
-
No señorita. Error. Tiene una foto tuya debajo de la
almohada. La sacaron el día que les tomaron la poesía “El campo” y que de paso
la dijiste bárbaro.
-
De veras que sabes todo. ¿Y cómo es que siempre estás
enamorándote de una gata? Deberías demostrar tu inteligencia en amar a una
zorrillita como vos.
-
Así, continua mi historieta, tonta, si me caso con una
igual no sigue la tira. Pero allí viene tu mamá y te van a retar, no le cuentes
que te dije todo eso de tu futuro amigovio, él, será una parte preciosa de tu
vida.
-
Adiós amigo. Vuelve cuando quieras. Te estaré
esperando.
-
Vendré siempre que vuelvas a Ascochinga y te veré
grande y casada y feliz.
-
Gracias, chau. Te veré en casa. ¡Hola mami! Ya me iba a
la cama. Tuve un momento ganas de venir
a charlar con las estrellas, no tenía sueño.
Subo a la habitación con vos. ¿Mami, cuándo te enamoraste por primera
vez? – y seguimos abrazadas
hasta que ya en el dormitorio y después de besarme en la frente me dijo:
-¡Yo tenía trece años como vos y se llamaba
Pedro, era tan feo... y yo lo veía tan lindo! ¡Hace poco tiempo lo encontré en
el banco y realmente me dije ¿ Cómo pude estar enamorada de ese chico? Pero a
tu edad todo puede ser posible. Hasta mañana y sueña bonito.
-Hasta mañana
mami, hoy ya he soñado muy bonito.
Han pasado
nueve años y me estoy por casar mañana, he quitado la foto del zorrillo
abrazando loco de amor a una gata con la cola pintada, y la llevo a mi nuevo
hogar para que me recuerde aquella noche premonitoria. Todo ocurrió como él, el
zorrillo me dijo, aunque nunca lo volví a ver. Debe haber sido tan sólo un
sueño de mi infancia. ¿Ustedes qué creen?
-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario