De pronto
conspiramos con enredos para atrapar el sol junto a la luna.
Tú comenzaste a soñar y yo contemplé
sorprendida
el color de tus ojos nuevos. Nuevos o viejos.
La luna desplazó la solitaria transparencia del silencio.
A pesar de todo traté de sostener el viento
que la nave no se fuera al infinito
no se perdiera en el tráfago en la oquedad y misterio
del río de la muerte.
Te abrí la tranquera palpitante de mi mansedumbre
para inhalar tus besos
tu olor de macho inhóspito se incrustó
en mis músculos transidos y carcomidos de ansiedad.
No supliqué ternura. Ni piedad.
Mi materia sigue siendo la materia
de los sueños.
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