martes, 29 de diciembre de 2020

YO NUNCA TE HE CONTADO

                                               Miraflores de Jara. Agosto de 1982.

Querida prima Regina.

                                   Te escribo para relatarte esto:

            Antonia es trágica. Su vida es una tragedia y no se queja. Su niñez, sería mejor no recordarla. En su barriada, la llaman “Hécuba”, por las tragedias griegas. ¿Cómo lo sé? Y, don Konstantino Zamais, el dueño de la imprenta, siempre nos contaba historias de su tierra. Llegó de Grecia con sus padres con apenas tres años, pero sabe un montón de cuentos y es fabuloso cuando relata lo que escuchó de niño.

            Te decía, que Antonia es una mujer hecha para una obra de teatro. Su cuerpo algo deforme, con una pequeña giba y sus piernas delgadas, recuerdan los sarmientos del parral de los patios de mi abuela. Tiene un cabello hermoso de color azabache, lleno de ondas, pero sus ojos acarrean el dolor de todo el universo. Dicen que su madre la había abandonado apenas nacida en el portal de don Constantino y que su mujer, que era malísima, la trató mal, siempre.

            Quiero relatarte sobre lo que ha sucedido hace apenas unos años en la vida de Antonia. Me preguntas cuántos años tiene y yo no te puedo dar una respuesta. Tal vez treinta o treinta y cinco. Sé, que le ha tocado cuidar de ese par de viejos. Ella lo hace por don Konstantino. Él sí fue bueno y defendió su debilidad, de la ira indescriptible de la mujer. Pero fue perdiendo el tino junto con la fuerza y la salud. La vieja, por otra parte, ahora no sabe ni siquiera quién es. ¡Qué paradoja! La pobre Antonia los cuida como si fueran sus verdaderos padres. Bueno como te contaba… hace como dos años le llegó una carta desde Grecia. Era de un tal Alexandro Papadoulus, y era como un juez o algo parecido. En la carta, que ella no podía leer, porque estaba escrita en griego, había unos papeles llenos de sellos. En ese tiempo el viejo, todavía podía razonar un poco y el dijo que tratara de contactarse con un anciano de la capital, su amigo. Así hizo ella. Se vino el hombre hasta la imprenta. Casi se desmaya cuando vio en el estado en que estaba la pareja. Una vez compuesto de la impresión, se sentó y leyó la carta. Miraba  y miraba a cada párrafo a la cuidadora. Allí había una clave para el futuro.

            Antonia le sirvió limonada fresca y él, se lo agradeció besándole la mano. Ella retiró su mano rápidamente de los labios húmedos del amigo Mirkos, paisano de su padre adoptivo. Una mirada sorprendida la escrutaba desde los ojillos ávidos del griego, porque el anciano era nacido allá, en Grecia. Así, se fue enterando que a siete kilómetros de un pueblo llamado Kozánni, la familia de Konstantino tenía una antigua casa con un terreno lleno de plantíos de olivos. Que debía viajar para recibir del consejero vecinal la propiedad, pero ¿cómo iba ella a lograr abandonar a los ancianos? Además ¿cómo iba a recibir en nombre de esa pareja el bien, si nunca la habían adoptado con papeles y sólo la criaron? Nuevamente su destino se frustró. Ahora envejecida, dicen, tiene que esperar. Nada es para siempre.

            Al poco tiempo de ese hecho, le comenzaron a llegar cartas y más cartas de Grecia. Las iba juntando y cuando podía se las mandaba a don Mirkos. ¿Sabes que eran? Ofrecimientos para casarse con jóvenes de aquel pueblo. Todos sin conocerla quieren casarse con Antonia. Ella se ríe como loca. Dice: -Si me vieran, si me conocieran, ¿crees que igual se casarían? – Y yo le digo que sí, por ser un alma de luz y amor. Porque hay que reconocer que nunca se ha quejado, canta sencillas canciones que le enseñó su padrastro. No sabe qué dicen, las canta en un griego dudoso. Y su casa está impecable y lava y plancha ropa de otros para darles todo lo que los ancianos necesitan. La imprenta está muerta, ella de eso… nada. Me ha mostrado fotos de muchachos y mozos cuarentones que le mandan instantáneas  para entusiasmarla con una boda posible.

            Nosotros, sus amigas, le decimos que la vamos a ayudar para que se case. Se ríe y se ríe. Sus fuertes carcajadas retumban en el caserón. ¡Y lo último!

            Apareció un griego, de más o menos treinta y ocho años o algo más, viajó para conocerla personalmente. Le trajo un collar de perlas y corales de las islas griegas. Con argollas de oro y unos pendientes hermosos, de regalo. Insiste en su idioma que él, quiere casarse con ella. Tuvo que venir el anciano Mirkos, para traducirles. El hombre a pesar de tener como setenta años se puso celoso. No quiere repetir lo que ruega el hombre. Ella sigue riendo y lo mira con franca sencillez. Te juro que le ha cambiado la mirada. Ahora ya no es tan triste, y nos confiesa que siempre soñó con un hombre como el viajero griego.

            ¿Qué hará? No sabemos pero Antonia creo se ha enamorado y el candidato está maravillado con ella. No es para menos. Es una joya. Te he escrito esta carta, para que investigues cómo puede aprender el idioma de su enamorado y qué debe hacer para tener los papeles listos para viajar a su casa en Grecia, ya que los médicos le han dicho que a sus padres ya le queda poco tiempo de vida.

            Querida Regina sólo tú me puedes orientar, por eso recurro a tu buena voluntad. Afectuosamente, tu prima. Quedo a la espera de una pronta respuesta.

                                               Rosalía.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario