martes, 15 de diciembre de 2020

INCREÍBLE AMOR

 

            Maritza paseaba por la orilla del canal con la sola compañía de “Festín” su perro. Los árboles acariciaban las aguas que corrían lentas por el lecho pedregoso. Leía una novela que le había prestado su hermana Ileana. Ella estudiaba letras en la ciudad y la invitaba a soñar con cada libro que le traía los viernes a la tarde.  Era el momento de festejo en la casa de los abuelos. Sábado puchero y domingo pastas bien a la italiana.

            Se fue alejando sin advertir que se adentraba en la finca de don Martínez, un hombre muy tosco y poco amigable. Cuando quiso acordar dio con el cuerpo enorme del vecino  que la miró con ojos achicados y oscuros. ¿Qué hace por acá la moza? No le parece que tiene que pedir permiso…y se sonrió, cosa que a Maritza le sorprendió.

            ¡Disculpe, leyendo no me he dado cuenta que pasé la tapia, que está rota y…! no es nada. Ya que está acá, le regalo este gato. Y le puso en la mano un pelotita de pelo blanco como copo de nieve. Apareció en mi catre cuando llegué de la feria. Y baya que no quiero ni puedo perder el tiempo en esta porquería. ¡Ah, no me gustan los animales que se entrometen!

            Maritza le agradeció, se disculpó y salió corriendo. Detrás suyo, la risotada del hombre la dejó perpleja. ¡No es malo, le dijo su padre, es un hombre que ha sufrido mucho y nunca te haría daño!

            Mami, le voy a poner Pompón. Es como un copito de nieve. ¡Pero tiene una hermosa manchita negra en la frente! Me quiero quedar con él. Y así, lo crió tan bien que con poco tiempo se puso grande, robusto y ágil. Dormía en su lecho, junto a la almohada, comía de su mano y se ovillaba en su regazo cuando leía o bordaba. Siempre detrás de Maritza.

            La mañana de la Virgen Dolorosa, toda la familia fue a la ermita a la procesión de la cofradía del pueblo. De un automóvil azul, bajó una familia. Entre ellos, un joven moreno, de bello rostro y ojos negros, se clavaron en Maritza. Su familia siguió el rito y ella sentía que en la nuca tenía como dos flechas las miradas de esos ojos. Cuando se acercó a besar el manto de la Virgen, una mano la rozó. Levantó el rostro y lo vio tan cerca que casi la tocaba. El aliento cálido del muchacho le hizo dar escalofrío. Pompón, en su bolsillo, hizo un raro y extraño gruñido. El cura la miró asombrada y con la mano le hizo una seña. ¡Niña, no me gusta que traigas a tu gato a misa! Y ella bajó los ojos apenada. Pero aceptó la reconvención.

            Cuando salieron a la calle, el joven corrió y le dijo: “Mi nombre es Eloy Rossi y quiero conocerte”. El padre de Maritza le hizo una seña de asentimiento. ¡Raro! Generalmente su padre negaba todo contacto con desconocidos. Pero luego supo que era hijo de un viejo compañero de colegio de su padre y que los unía una amistad fraternal.

            La invitó a la plaza y se puso a hablar de sus estudios. Ella, nerviosa, sentía que Pompón arañaba su piel bajo la tela de su vestido, pero, se excusó y lo puso en su regazo. Así comenzó a ronronear feliz. Charlaron y tomaron un helado ambos pidieron de “chocolate” y rieron, ¡Pura coincidencia!; o él, lo hizo por conquistarla. Así se prometieron para otro momento una nueva visita.

            El amor, llegó con la calidez de la juventud. Eloy, recibido de médico rural, le propuso casamiento para la primavera. Vivirían en una casa en un pueblo cercano. La boda se realizó en la ermita. El gato había desaparecido hacía unos meses, por lo que con el trajín Maritza, no se hizo problema. ¡Ya volverá!

            Bella con su velo blanco y flores de azucenas en las manos llegó al altar donde nervioso Eloy la esperaba, el sí fue aplaudido por los amigos y familiares. Luego de una simple cena y brindis de honor, salieron rumbo a su nuevo hogar en el auto azul que el padre del muchacho les regaló.

            Pasaron varios días y al no tener noticias su padre con Ileana se atrevieron a ir a buscarlos. Al tratar de ingresar a la casa, sólo escucharon el maullido duro de Pompón. El padre, rompió la ventana e ingresó a la casa. En la habitación donde encontró a Maritza y a Eloy bañados en sangre mordidos y arañados con furor por el dichoso Pompón. Ambos estaba muertos y el gato se relamía las manos ensangrentadas.

 

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