Maritza paseaba por la orilla del
canal con la sola compañía de “Festín” su perro. Los árboles acariciaban las
aguas que corrían lentas por el lecho pedregoso. Leía una novela que le había
prestado su hermana Ileana. Ella estudiaba letras en la ciudad y la invitaba a
soñar con cada libro que le traía los viernes a la tarde. Era el momento de festejo en la casa de los
abuelos. Sábado puchero y domingo pastas bien a la italiana.
Se fue alejando sin advertir que se
adentraba en la finca de don Martínez, un hombre muy tosco y poco amigable.
Cuando quiso acordar dio con el cuerpo enorme del vecino que la miró con ojos achicados y oscuros.
¿Qué hace por acá la moza? No le parece que tiene que pedir permiso…y se
sonrió, cosa que a Maritza le sorprendió.
¡Disculpe, leyendo no me he dado
cuenta que pasé la tapia, que está rota y…! no es nada. Ya que está acá, le
regalo este gato. Y le puso en la mano un pelotita de pelo blanco como copo de
nieve. Apareció en mi catre cuando llegué de la feria. Y baya que no quiero ni
puedo perder el tiempo en esta porquería. ¡Ah, no me gustan los animales que se
entrometen!
Maritza le agradeció, se disculpó y
salió corriendo. Detrás suyo, la risotada del hombre la dejó perpleja. ¡No es
malo, le dijo su padre, es un hombre que ha sufrido mucho y nunca te haría
daño!
Mami, le voy a poner Pompón. Es como
un copito de nieve. ¡Pero tiene una hermosa manchita negra en la frente! Me
quiero quedar con él. Y así, lo crió tan bien que con poco tiempo se puso
grande, robusto y ágil. Dormía en su lecho, junto a la almohada, comía de su
mano y se ovillaba en su regazo cuando leía o bordaba. Siempre detrás de
Maritza.
La mañana de
Cuando salieron a la calle, el joven
corrió y le dijo: “Mi nombre es Eloy Rossi y quiero conocerte”. El padre de
Maritza le hizo una seña de asentimiento. ¡Raro! Generalmente su padre negaba
todo contacto con desconocidos. Pero luego supo que era hijo de un viejo
compañero de colegio de su padre y que los unía una amistad fraternal.
La invitó a la plaza y se puso a
hablar de sus estudios. Ella, nerviosa, sentía que Pompón arañaba su piel bajo
la tela de su vestido, pero, se excusó y lo puso en su regazo. Así comenzó a
ronronear feliz. Charlaron y tomaron un helado ambos pidieron de “chocolate” y
rieron, ¡Pura coincidencia!; o él, lo hizo por conquistarla. Así se prometieron
para otro momento una nueva visita.
El amor, llegó con la calidez de la
juventud. Eloy, recibido de médico rural, le propuso casamiento para la
primavera. Vivirían en una casa en un pueblo cercano. La boda se realizó en la
ermita. El gato había desaparecido hacía unos meses, por lo que con el trajín
Maritza, no se hizo problema. ¡Ya volverá!
Bella con su velo blanco y flores de
azucenas en las manos llegó al altar donde nervioso Eloy la esperaba, el sí fue
aplaudido por los amigos y familiares. Luego de una simple cena y brindis de
honor, salieron rumbo a su nuevo hogar en el auto azul que el padre del
muchacho les regaló.
Pasaron varios días y al no tener
noticias su padre con Ileana se atrevieron a ir a buscarlos. Al tratar de
ingresar a la casa, sólo escucharon el maullido duro de Pompón. El padre,
rompió la ventana e ingresó a la casa. En la habitación donde encontró a
Maritza y a Eloy bañados en sangre mordidos y arañados con furor por el dichoso
Pompón. Ambos estaba muertos y el gato se relamía las manos ensangrentadas.
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