viernes, 11 de diciembre de 2020

TRISTEMENTE EN LA ACERA

 

 

Llegué como inmigrante

A rodear la vivera de los sueños.

En una región con paso arrogante y lúdico

Ingresé a praderas fértiles

Oí voces viejas

Susurros.

 

Un olor de violetas creció con glorioso desafío,

Como tormenta azul

Con congoja y tristeza.

Encendí algunas luces, armoniosas y bellas,

Una luna, un lucero,

Una esperanza tierna.

 

Como espía ingresé en la esfera del tiempo

Almacené manzanas

Guardé abanicos y velos

Usé luto umbroso esperando un regreso

Y a la hora del véspero, sólo escuché campanas

Que anunciaban más penas.

 

En el lejano manto del vespertino sueño

Una estrella me busca con lágrimas de madreperla

Oigo voces extrañas

Susurros de antiguas almas, merodeando

 en espera.

Me voy caminando por la vereda gris

Sola, sin luz de ámbar, ni velas.

 

¿Dónde quedará el ensueño de aquella primavera?

He quedado despojada, sin color y sin aliento.

No hay cantares fabulosos de aves de madrugada,

Que atrapen mi desconsuelo.

Estoy triste, es cierto.

Me conmueve el silencio.

¿Será así estar muerta?

 

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