domingo, 20 de diciembre de 2020

UNA HISTORIA SIN IGUAL


            Belisario Hortubia estaba sentado en el café de “Chivato Rojo”, succionando su décimo cigarrillo negro, tan negro como el odio de su alma por ese destino de mierda que lo puso cerca del Sargento Melitón Rosmualdo Quintero. Un verdadero traidor a la causa de los humildes y desperdiciados trabajadores de la tierra de Rodeo. Esperaba la hora de ingreso a la reunión de la “confraternidad de los herbolarios”. Un sindicato armado de incógnito por un grupo de rebeldes cófrades de Rodeo.

            Alrededor de la veinticuatro, cuando ya el humo desdibujaba el rostro de los parroquianos y el olor a “macho” caliente y sucio por el trajín de las máquinas y la falta de agua y jabón. Belisario se irguió y haciendo resonar sus nudillos, se acercó a la mesa siete donde se vislumbraba la enorme humanidad de Don Chicho Fernanducchio, el capataz de la “Cosechera Violeta”, el siciliano, con un eterno toscano y mirada acuosa repasaba los nombres de los presentes para denunciarlos al Sargento. Su abultado vientre flatulento discurría en sonora sinfonía cerril, cuando el cuchillo de Belisario, le informó su disgusto por estar entreverado con los cófrades. Se oía apenas el silbido de las tripas en huida precipitada y cayó el “pucho” entinto en la sangre grasosa del entregador.

            Todos salieron en silencio buscando la puerta para asistir a la reunión. A él, le salió la bolilla roja y cumplió con su misión. El siciliano boqueaba en el roñoso piso del “Chivato Rojo”. La policía nunca supo que fue un guapo hijo de la tierra quien completó su tarea.

            Al Sargento Melitón Rosmualdo Quintero lo fusilaron a las cinco de la mañana en la plaza de armas, por traición a la Empresa cuyo dueño, era el diputado Nacional Belarmino Soria Ruettes.

 

 

 

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