martes, 29 de diciembre de 2020

SOMBRAS EN EL CORDEL

            El viento juega con la silueta en la terraza antigua. Un rumor agiganta las sombras. Llovizna y el cordel sostiene gotas de agua, pequeños diamantes que reflejan tu ausencia. ¿Dónde estarás ahora? La pregunta juega con la camiseta que envolvió tu cuerpo, mi hombre amado. Nadie responde. Sombras. Soledad. Una ausencia que se agiganta en la tarde cuando el candado de silencio atrapa tu recuerdo. Presiento que otro dolor aterrador despertó en tu pecho. Allí estará peleando mi fantasma,  tu atenazado cuerpo acoplado a los golpes y horrores de esa cueva en la que seguramente estás metido. El perfume de jabón y lavandina atraviesa la terraza donde busco en cada prenda tu presencia. Se expande el perfume de la nostalgia celeste que se agranda en tu alejamiento. ¿Volverás algún día? El cordel solitario acuna broches. ¿Qué broches de metal atenazarán tu piel quebrada y gironeada? Ya, hasta faltan tus risas colgadas al viento. Los broches parecen tus hombros apelando a ser hombre en mi esperanza. ¿Volverás? Serás tan sólo un recuerdo en mis noches solitarias. Apoyaré mi rostro en la almohada para percibir el perfume de nostalgia. Ayer llamó un “hombre”, buscándote por tu apodo, no era sino otro de esos malvados que persiguen aún tu persona. Ellos buscan más sobre ti, saben que me atormenta no saber dónde estás y qué te ha sucedido Sabes, presienten, muy en el interior que tú eres el verdadero arquitecto de mi suerte, el que le devolvió el sentido a nuestra vida. Esa vida que buscábamos entre la suciedad de una sociedad hipócrita y malvada. Yo sabré esperarte. Mi corazón abrumado construirá un nuevo nido para acunarte. No sos más el niño que se transformó en el hombre capaz de predicar y luchar por una idea diferente. ¿Maduran los duraznos en invierno sin el calor de unos brazos que  protejan? Yo esperaré con mi silencio retratando sonrisas en la calle, cocinando bollitos de anís y nueces, caminando sobre los parques descalza sobre el césped. La lluvia volvió sobre el cordel y sólo queda una camiseta que vuela llevándote mis esperanzas.

                ¡ Golpean a la puerta con sus armas, son acaso quienes vienen a buscarme?

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