Soy nieta de italianos, inmigrantes que llegaron a Mendoza, Argentina
esperando hacer la “América”. De algún modo lo hicieron, salir de la pobreza
que dejan las guerras, ya es un premio en la vida. El sueño de todos nosotros,
los descendientes de italianos, y creo de los hijos de todos los inmigrantes,
es conocer el país de sus mayores.
Por suerte hablo bastante bien el idioma italiano y me ha servido
siempre en los viajes. Llegar a Roma es como cumplir un rito fantástico. Recorrer
los famosos monumentos antiguos, ir al Vaticano y entrar a sus inmensas salas,
Capilla Sixtina, biblioteca y
El hotel estaba cerca de la terminal y por allí pasaba gente de todo el
mundo. Comer “pasta” es volver a la casa de los abuelos. El perfume de las
“Trattorías” es una invitación al deleite. El olor del aceite de oliva, es
ingresar en la niñez. Ver las botellas de vino “Chianti” o el “lemoncello”
después del postre…los profiteroles con azúcar o chocolate… un placer. ¡OH,
bella Italia! La sangre que corre por mis venas es desde siempre con olores
primitivos a pan con ajo y aceite, con canzonetas a viva voz, con óperas en
discos de pasta con la voz de Caruso o de
Después de pasar varios días caminando y subiendo y bajando escalones en
los restos del imperio romano, nos
sorprendió una huelga general. ¡Si hay algo inesperado y terrible para un
turista es una huelga! No había taxis, ni autobuses, ni trenes, ni metro. Nada.
Calles solitarias, con negocios cerrados, museos y catedrales acerrojadas. ¿Qué
podíamos hacer? Pasear por donde se pudiera cerca del hotel. Y caminamos. Mi
madre y yo como entusiastas exploradoras. Y como turistas nos perdimos. En una
esquina detengo a un joven apuesto y simpático y le pregunto por dónde llegar a
En el hotel, había llegado un grupo de viajeros de Pakistán. Ruidosos y
alegres, pero que no entendí muy bien los pocos mozos de servicio, no los
querían atender. ¡He visto tantas cosas extrañas en mis viajes! El pianista
llegó agotado con su motoneta. Se sentó al piano y me pidió si lo acompañaba
con alguna canción. El ruido era fantástico. Nosotros tratábamos de hacer
música y los pakistaníes hablaban muy fuerte tratando de tapar lo que nosotros
hacíamos. Vino el gerente y puso silencio a todos.
Al día siguiente nos vinieron a buscar para trasladarnos al norte de
Italia. A Florencia. Nos hicieron viajar en un tren que se dirigía a Alemania.
Nunca se detuvo. En la terminal de Florencia, disminuyó su velocidad y nos
tuvimos que bajar en movimiento tirándonos las valijas los otros turistas que
seguían para el norte. Yo capturaba los preciosos equipajes como si me dedicara
a hacer un deporte de riesgo. Desde adentro me aplaudían y mi madre, muerta de
risa, acomodaba lo que iba cayendo.
Llegamos al más bello de los lugares de Italia. Allí, conseguimos un
taxi que ahora pienso no era oficial, el hombre que manejaba apenas hablaba
italiano y debe haber aprovechado la huelga para sacar un poco de dinero extra.
¡Gracias a Dios, no nos estafó!
En Florencia nos acomodamos en un pequeño albergue, casa antigua
reciclada. Estaba muy bien ubicada. Descansamos hasta el día siguiente y
comenzamos a caminar las calles por donde caminó el Duque Sforza, los Medici y
esos héroes de películas históricas que hemos visto hasta el cansancio.
Se había levantado la huelga y conseguimos conocer bien la “Señoría” los
palacios, que me parecían pequeños en relación con otros que vi en otros
países. Guardo un precioso recuerdo del paso por Florencia, como todos los
viajeros, toqué el cerdito de la plaza, que dice que hace regresar a ese
hermoso e indescriptible lugar.
¡Nunca pierdo la esperanza de volver a ver el David trabajado en mármol
por el único: Miguel Ángel Buonarroti!
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