En cada anaquel de la memoria
se apoya el sonido de la calle esa empedrada
que trae los pasos robustos de aquella historia nuestra
deleita recordar el ronroneo de bocinas
cuando nos besábamos bajo el balcón sombrío
escondiendo los miedos de la mirada inquieta de mis padres
aligero los tiempos de descuento, de canas recortadas.
Son tan buenas las siestas en la plaza
las palomas merodean los recuerdos.
Me desgasta la memoria el traje gris y
la bufanda tejida frente al televisor
enamorándome. ( Migré con los romances
entre una humilde muchacha y un señorito inglés)
Ha llegado el tiempo de la cena frugal
en la tibieza de la cama un té de manzanilla
que perfuma la caricia de tu mano dormida.
Todo este tiempo descontado al tiempo de la nada.
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