Ña`Candelaria perdone pero quiero o necesito me de una explicación sobre lo que ocurrió con la niña Abigail. Dicen muchas cosas sobre su vida, pero usted es la única que conoce en parte la verdad del sucedido. Han dicho que Gabino se tenía que casar con ella. Así lo habían dispuesto sus padres, él se fue a la capital a buscar los trastos para el casorio y después, cuando llegó a la estancia, encontró el dolor encarnado en el misterio.
¡Era linda la muchacha por donde se la mirara! Con la cabellera negra y los ojos de color maíz. Nariz pequeña y labios suaves… en verdad era una belleza. De figura fina y cintura pequeña, justo para el abrazo.
Me
han dicho que la muchacha estaba enamorada de un tal Ricardo, un mozo de la
estancia “Los Girasoles” y que se veían de vez en cuando en la capilla de
Mirá muchacho, de todo eso hay cosas ciertas
y otras son pura leyenda. La niña Abigail, estaba muy amartelada con el mozo,
pero el padre tenía un gran rencor con esa familia. Parece que hace varios
años, el hombre de “Los Girasoles” vino a la casa grande y trató de encelar a
la difunta, doña Celeste, la esposa. Y se armó un terrible conflicto. Los
gritos se escuchaban desde los potreros. Los perros, recuerdo, ladraban
desesperados tironeando de las cuerdas para desatarse y pelear. Cruzaron facón
y espada, y si no interviene el capataz, se matan. Hubo heridas, pero sin gran
pérdida de sangre. De ahí, viene la ira del patrón. Abigail, conoció en la
ermita de San Pedro al Ricardo en el pueblo vecino y no sabía quien era. Luego
fue un mirarse y enroscarse en un duelo de pasión. No se tocaban, se abrasaban
a puro ojo. Ella me pedía a mí o la “Checha” que la acompañáramos a todos lados
con tal de verlo. Y dicen que él, rondaba de a caballo por los recovecos de la
estancia buscando tener un encuentro.
Triste fue cuando vinieron los
padres de Gabino a pedir la mano, se encerró un mes y días sin comer casi y no
habló más. Ni la pobre doña Celeste, ni el padre ni el cura, la pudieron hacer
calmar. Llora que te llora día y noche. Los ojos parecían brasas ardientes y se
enflaqueció como un alambre.
Llamaron a un médico que la obligó a
tomar unas píldoras y
No pasó mucho tiempo y la niña, comenzó a salir todas las tardes junto al aljibe a cantar y se escuchaba a la distancia el sonido de una guitarra o el silbido con la melodía de la canción. Y una noche de tormenta, Abigail, salió descalza, caminó hasta el aljibe y aunque la buscaron por todos lados, incluso bajaron hasta el fondo del pozo, no la encontraron más. Por eso murió de tristeza doña Celeste y es tan bronco don Heriberto. Pero sabe m`hijo las noches claras de luna se escucha cantar junto al aljibe la canción de amor en la voz de la desaparecida. El joven Ricardo ya se ha casado con la niña Valentina de la estancia “El Totoral”; y dicen que él, va todos los días muy temprano a la ermita de San Pedro a orar pidiendo por el alma de Abigail. ¡Esa es la pura verdad! Nadie sabe qué sucedió con su cuerpo, sólo encontraron junto al pozo un chal de hilo color blanco que usaba mientras estaba junto al aljibe. ¡Ese que está en el salón sobre el piano que solía ejecutar doña Celeste!
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