Me detiene tu sonrisa en medio del tráfago intangible
De la calle enredada con láminas de acero.
Las luces cotidianas descalzan mi sonrisa
Me siento adormecida con el ruido del viento que desflora el prado.
A mi derecha el sol se esconde y regresan los pájaros al nido.
Atrás está el olvido, tan desprevenido como perro perdido.
No hay delante un fuego, ni un umbral de cieno.
Caminaré despacio con mis manos sedientas
Entre los fríos prados de pasto y cemento.
Me sentiré defraudad, pero no tengo miedo
Apenas se desate esta tonta refriega
Caminaré descalza sobre la arena fresca y verde del estío.
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