miércoles, 3 de marzo de 2021

TRIBULACIÓN

       Se permitió un suspiro. Miró por la ventana y solo supo que estaba en medio de un mundo nada mágico ni bello. Era un día cualquiera de un año maldito. Su pequeño hijo había contraído una enfermedad nerviosa. Era el encierro. Afuera, nadie. Cada uno vivía su soledad como una mochila de acero. Desde el primer día, encontraba los alimentos en una caja en el portal de su casa. Ya no podía ir al trabajo. Su esposa tampoco. Él, en la noche debía dejar un papel indicando lo que necesitaban: comIda, medicinas o herramientas. Nunca vieron como llegaban lo solicitado hasta su puerta. Estaba vedado mirar. Pero…

            Un pájaro se detuvo en la rama de un jacarandá, y cantó con un bello trinar de mil colores. Era como un arco iris, como un jardín con claveles y rosas. Maravilla.

            El pequeño, dejó su lecho y se asomó a la ventana. La abrió y dejó caer un puñado de migas de galletas. El pájaro voló y picoteó con alegría. El niño comenzó un nuevo día. Su corazón se desplazó al plumaje brillante y al mínimo cuerpo del ave.

            Cada día, esperaba al pajarito y dejaba migajas de comida. Él, volvía. Su cuerpo se vistió de plumas más bellas y llamativas. Y el hijo, vio un brillo precioso en los ojos de su padre. La madre comenzó a soñar, cantaba canciones amorosas.

            La tribulación se transformó en sonrisas y cantos con trinar de aves y del muchachito que abandonó su cama y comenzó a jugar como antes de esa peste maligna que amedrentó a todo el mundo. Ahí, estaba la mano de un ser extraordinario que devolvió la vida con un aletear de ave a una familia.

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