No
etiquetes con el anverso de tu dolor mi existencia.
Nada
puede transgredir mis utopías y mis sueños.
Soy el
árbol solitario en la colina. La luna quieta.
Un sol
que se desdibuja en el poniente. La distancia.
Allí
donde cada gota de lluvia cae tiernamente sobre la alfombra de la noche.
Un
pequeño sortilegio me retiene.
Un
suspiro de cristal. Una mano de nácar.
La
mirada trasponiendo el espejo de niebla. Una sonrisa.
Me ata
tu torpe ingenuidad, tus miedos.
Me atan
las promesas. Algún latido rítmico. Un beso.
Deja
tus agorerías de oscura astrología.
Abre la
ventana con tu llave almibarada.
Observa
hacia el horizonte el fuego del misterioso espacio trashumante.
Allí,
en el hueco hay un hombre que palpita y sufre...
Un
gigante de corazón sensato y demasiado esquivo.
Es un
volcán sin fuego. Un nido. Un coloso helénico de arena.
Ese que
está allí eres tú, mi amigo.
No
trates de encerrarme en un fanal de hielo.
Soy un
ave de enormes alas intangibles. Un arco iris. Cielo. Nube. Lluvia.
Soy una
escasa voluta de humo que se escapa.
¿Cómo
puedes etiquetarme con el anverso de tus celos?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario