domingo, 30 de enero de 2022

BAHÍA DOS REI UXÚ

            

            Las casas bajas de adobe y paja, son un infierno El húmedo calor estival transforma la hacienda en un hervidero de insectos y alimañas. Unas lagartijas corren. Fideliña está en la hamaca de palma, estirada, buscando aire fresco. Escribe una carta a su hermana Ulhema, que ha partido a Portugal para conocer personalmente a su prometido, antes que el “Princesa Carlota” viaje de regreso a Leiria.

 

                        Bahía Dos Rei Uxú, 5 de mayo de 1798.

            Querida Ulhema

            “Por suerte la Virgen de Mairiporá, permitió que el padrino Don Joäo  construyera esta casona de tapiales altos, techos de palma bien apretada y mucho aire que atraviesa las estancias, para no morir con el calor que trastorna.

            A veces ingresan serpientes y culebras, buscando fresco y comida, pero nuestro “negrito” Toüm las espanta con humo y palos. Él, dice, que en su tierra son tabú. Las comen y tienen una danza muy antigua para hechizarlas y que no atrapen a los niños. ¡Son patrañas! Comen lo poco que encuentran y pescan. ¡Negro mentiroso!

            No se puede dormir con tanto calor. Pienso en ti Ulhema, ojala, hermana tu  prometido sea lo que parece en el daguerrotipo que llegó y sea verdad que trabaje de alguacil de la Alcaldía de su pueblo, que hable francés e inglés; dicen que es un Bachiller de primera; si fuese así la boda será pronto. Sencilla. ¿Regresarán para la estación de lluvias?

            Te cuento que nuestra amiga Cathaliña no podrá casarse, porque  Don Afonzo Cristhao, dejó este mundo un amanecer hace como siete días. Hay un revuelo de comentarios. Según dicen los esclavos de su heredad fue por un ataque de apoplejía, que le arrebató la joven novia de las manos. Las malas lenguas de las matronas en pleno velatorio decían que lo había envenenando la vieja esclava que convivía con él, desde niña. La madre de cuanto mulato ronda por la propiedad. Todos de pelo motoso y ojos celestes como el amo. Hábiles para el comercio los mayores y vagos los más chicos porque ya ni los cuidaban.

            Bueno, según creo una pócima de hierbas venenosas o destilado de mordedura de víboras o arañas fabrican estos “mandingas africanos” que sirven de ira y desgano a los blancos extranjeros. Lo supe por mi madrina que es de Mozambique y odia a cualquiera que no seamos nosotras, sus ahijadas. Ella asegura que lo han envenenado. ¡Qué interesante historia!

            Ahora, Cathaliña tendrá que vestirse de luto por dos largos años y no podrán buscarle esposo; eso es una bendición para ella.

            El Señor cura fue quien cerró los ojos del finado Don Alfonzo y recibió de manos de la esclava una bolsa de monedas de oro y piedras traídas de “Diamantina”: esmeraldas, diamantes, amatistas y ópalos valiosos. Él, el cura, es miope hasta para ver un ratón en la sacristía y amante de recibir regalos de manos generosas. Creo que aunque el difunto estuviera verde como un escuerzo y con los ojos rojos como brasas, iba a decir que murió en la Gracia de Dios y en Paz Celestial.

            Madrina me contó que en el “burdel” entre copa y copa se habla del caso. Ella allí tiene a su negro Lancaö, (amor eterno y envidiable). En la noche de malas hembras, escuchó que han pagado a un nativo del norte mil reales de oro para que con una cerbatana le inoculara curare, un veneno endiablado. ¡No creo! ¡Son puras habladurías!

            Pero hay algo muy difícil de creer. Cuando murió el hombre, la joven Cathaliña prometió ofrendar su vestido de novia y el velo a la Virgen de Mairiporá de Aparecida. Dicen que irá en procesión con toda la cofradía de jóvenes de la congregación a depositarlo detrás del altar mayor de la iglesia. Vestidas de negro y crespones de seda, parecerá una fila de hormigas gigantes, llevando a cuestas una flor de jazmín o una orquídea blanca. ¡Será lindo verlas!

                                   Me despido con cariño hasta tu regreso.

                                                                                  Fideliña.

            P.D. Toüm me dice que de noche van los negros a bailar al atrio para sus dioses africanos, que ven ánimas moverse en las nieblas blanquecinas de la orilla del río. Yo creo que son contrabandistas, pero no me gusta quitarle la ilusión.

 

 

            Llegan las lluvias y el barro y los insectos torturan la piel de los blancos. Ulhema ha regresado con su esposo que es un hombre regordete, calvo y de estatura media. No soporta el calor y vive bebiendo para exorcizar el calor y la humedad. Los negros se untan con aceite y grasa la piel; y evitan los aguijones de jejenes y mosquitos. Brillan como piedras del río. Sus ojos renegridos y dientes blancos semejan muñecos de ébano y marfil. Fideliña ha seguido la vida tranquila de la casa. Su madrina apaña sus picardías cuando escapa en la noche al río para refrescarse en las aguas que traen irupé y juncos. Cuida de serpientes y pirañas que pueden acercarse.

            No envidia a su hermana que arrastra un enorme vientre donde anida un niño o tal vez dos, dicen las negras. Ella es libre. No obstante Don Joäo ya está pensando que tiene edad para casarla. Ha buscado un portugués o un español para la muchacha, pero al ser mulata le han dado la espalda. Quieren blancas como Ulhema. Buscará en el sur, por Montevideo o Buenos Aires.

            Nace un par de niños. Hermosos y blancos, con ojos celestes como el padre. Todo es regocijo. Cuando crezcan heredarán parte de las plantaciones y la mitad de los negros y esclavas. ¡Pero…!

            Fideliña en una tarde de tormenta recibe una extraña visita.

           

            “Carta encontrada después de un tiempo…!

            “Anoche entró, tras romper el ventanal, un hombre que me tapó la boca y los ojos, violándome y dejándome tirada sobre la colcha ensangrentada de fina randa eirá. Mi frente con la marca de labios mordisqueada la piel, arañazos en la espalda y golpes que conseguí intentando sacarme de encima al maligno.

            Mis sollozos fueron oídos por Toüm, que corrió las cortinas y al ver a “su” niña en el estado en que quedé, sorprende a la casa con un grito desgarrante. Me conoció cuando nací, me vio caminar cuando era apenas una crianza y ahora estoy hecha un estrago.

            Corrieron Ulhema y la Madrina. Ya envuelta en una sábana limpia hicieron entrar a Don Joäo, éste se persignó y abrazó mi exiguo cuerpo. Se produjo un silencio cómplice. ¡Nadie sabrá qué ha sucedido en la hacienda!

            ¡Prometo mi ajuar y mi vida a la Santa Iglesia de la Virgen de Mairiporá de Aparecida! Ese es mi destino. Fideliña.

            Un mes después Griselda y Fideliña hacen su penitencia de novicias. Llevan su traje de novia y su ajuar a la catedral. Luego entrarán a la casa de Carmelitas descalzas, no pueden casarse una por viuda, antes de desposar a su prometido y la otra por secreto de violación.

            La madrina arma los cuerpos de madera para llevar los vestidos. Son de palo de rosa y mangué. La cabeza es de porcelana portuguesa y las manos de cuero de capibara blanqueado con tintes del bosque. No conocen un secreto; cuando ambas muchachas dejan en la sacristía sus homenajes, no saben… que la esclava negra manceba de Don Afonzo, ha introducido un hechizo con ojos de “Curutú”, piel de escuerzo, uñas de yaguareté y plantas venenosas entre los velos nupciales. Una serpiente verde seca y la figura de ambas niñas pinchadas de espinas de “gatuña” en los ojos y en el pecho.

            Lancaö, escucha en las noches de luna llena la voz de la diosa de la Verdad que entre retumbe de  tamboriles y tambores le dicen el secreto.” Las damitas morirán con el embrujo de Yayá Cristhao Numo…” y corre a susurrarle a Madrina lo que ha sabido de los dioses ancestrales. Ambas jóvenes deliran y con fiebres altísimas sufren una extraña enfermedad. Ciegas y con espasmos cardiorrespiratorios, soportan en soledad en la celda monástica.

            Durante la Misa Mayor, el nuevo presbítero llegado de Río de Janeiro  a Bahía Dos Rei Uxú, enviado por el Cardenal de Portugal, comienza a sentir ruidos extraños y ve horrorizado como se contornean los trajes en sus maniquíes como si dentro habitara un ser endemoniado. Los cánticos, sahumerios con mirra e incienso, rogativas y rezos acallan hasta la noche el movimiento caótico de los trajes y velos nupciales.

            En la madrugada, cuando la luna espléndida y aliada de los hados, es despertada con los bailes de los negros, se produce la conversión del Vudú. Y las dos muchachas comienzan a despertar de una muerte insólita e inexplicable para los parientes y amigos.

            La santa Virgen de Mairiporá de Aparecida, ha demostrado el amor que siente por sus protegidas.

 

               

 

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