miércoles, 19 de enero de 2022

DIOMARA.

 

                                                                       LA DICHA DE SER MUJER

 

 

Sólo murmuraba: “Se acabó no la puedo aceptar”.

 

El hombre como sonámbulo caminó con el cuchillo en la mano. La calle se alejaba dejando atrás a Diomara. Ella yacía en el polvo del camino que la trajo con engaño de amor.

            Entonces, la muerte, se acercó con un suave beso metálico. La ira los envolvió. La parturienta comenzaba a pujar cuando Feliciano Arroyo le hincó la faca en el pecho. Ciega por la sangre que perdía, siguió pariendo con dolor, pero alegre de completar la dicha de ser una mujer. Elevó la vista hacia el resplandor que se avizoraba entre los árboles. El vagido del niño despertó su esperanza. Fue desplegando un heroico par de alas de color ceniciento rojizo. Una mano amiga recogió al pequeño y ella voló. Voló hacia la luz que se asomó junto con un rayo de sol.         La melodía y el aroma de rocío y azahares afloraron junto con la vida de su cuerpo herido. De su pecho manaba leche para el niño ángel que nacía a la vida y ésta era más fuerte que la furia y el odio de Feliciano Arroyo.

 

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