Cuando nació tan blanca como una espuma, los padres se sorprendieron. Era
de clase obrera y lo normal entre ellos era la piel morena. El cabello le
creció oscuro y tenía ojos color café y largas pestañas que sombreaban su
rostro. Inteligente y orgullosa de ser tan mimada por sus padres y abuelos.
Tuvo una hermana que no la emparejaba.
La bautizaron Lorena, como cristiana por costumbre, ya que no era una
familia devota. La hermana, morena y de cabello oscuro, siempre fue su sombra.
La llamaron Candela. Hicieron una buena escuela pública y al terminar el ciclo
primario, a Lori, la mandaron a estudiar “Corte y confección” con Madame Ginette.
A Candy la mandaron a estudiar en una academia donde aprendió a hacer
sombreros.
Cuando Lori tenía quince años, en la academia sufrió un pequeño accidente
con una máquina y el director la llevó, junto a su mamá a un centro de salud. Allí
no solo había médicos de edad sino que había estudiantes de los últimos años de
medicina que hacían pasantías. Lori lo conoció allí. Él, tendría unos
veinticuatro años. Era lato, de piel cetrina, muy educado y sonriente. Lo
llamaban Doc. José. Ella se hechizó, él, la vio y se propuso tratar de verla
nuevamente, fuera de ese lugar.
Aprovechó que tenía todos los datos y fue así que cada vez que la jovencita
salía de la academia, él, estaba por casualidad cerca y la encontraba. Ella
feliz.
Al final de año, él se presentó en la casa con un ramo de rosas y como se
usaba en ese tiempo, pidió permiso al padre para visitar a Lori como “futuro
esposo”. El padre incrédulo lo miró sorprendido y le pregunto el apellido. ¡Y
Oh, sorpresa, era un raro nombre extranjero!
¡Lori, no te puedes casar con ese muchacho, es de otra religión! Dijo la
madre instada por el padre. ¡Mami, si nosotros no somos muy religiosos! Pero es
Judío…y su gente no te aceptará. ¡Ay, mamá, eso es lo de menos, si según José,
vamos a ir a vivir en la capital, donde él, tiene previsto hacer el doctorado.
Tanto lloró y se esforzó que terminaron por aceptarlo. Y en una ceremonia
sencilla se casaron; él, con su papá y un hermano presentes y ella con sus
padres y Candela. Fue una boda civil. Nada de religión en el medio.
Se fueron a la capital, ella puso un pequeño taller y cosía vestidos de
novia y de fiesta. Era muy buscada, porque su prolijidad y buen gusto. Al final
él, logró el doctorado y fue un buen cardiólogo.
Con el trabajo de ella y el estudio de él, un día ella comenzó a notar que
algo raro le pasaba. Estaba embarazada y venía un niño, fruto del amor. Nació
una bella niña a la que llamaron Ruth. Era tan blanca como su madre y de ojos
oscuros como los del padre. Al año siguiente nació otra niña, le pusieron de
nombre Raquel. Eran bellas nena , alegres y risueñas. La madre de José por
primera vez vino del pueblo a conocer las niñas. Y se enamoró de ese pequeño
mundo de pañales y papillas. Esther se quedaba largas temporadas en el
departamento. Cuando llegaba José, ya tenía la comida lista, las niñas bañadas
y Lori, parecía un maniquí del taller. ¡No existía!
Pasaron unos años, en que se fue enfriando el trato entre los esposo. Lori,
sola y callada; José cada día llegaba más tarde, cansado y con mal humor. Lori
no sabía como alegrarlo y volver a tener su atención. Las niñas comenzaron a
asistir a la escuela. El abuelo pagaba una escuela cara de la colectividad.
Lori, les trató me enseñar algo sobre su fe, pero las niñas ya habían aprendido
todo lo que se refería a la religión paterna.
Comenzaron las discusiones. Se echaron culpas y reproches. Luego, cada vez,
se sentían más distantes, sólo los unía el amor de las hijas.
Una tarde de invierno, el no vino a dormir. No había avisado y lo llamaron
del sanatorio para tratar a un enfermo. Lori lo sospechaba…él, tenía una
amante. Y por eso no venía como antes ala casa con la alegría y sorpresas a las
que las tenía acostumbradas. Lloró toda la noche. Cuando él, regresó, el
planteo fue claro. O ella o yo. Él, suspiró y prometió que su amor era ella,
“su Lori”.
Dos meses después él, tenía un congreso en Uruguay y la invitó a ir con él.
Ella se preparó dos bellos vestidos y dos trajes muy femeninos, estaba
espléndida. Los colegas de José se asombraron cuando la conocieron, ellos
sabían que el colega tenía una amante y les sorprendió ver una Lori tan linda y
educada. Su charla amena hizo que pronto varias esposas y colegas se acercaran
más a su amistad. La mujer se sintió muy feliz, había reconquistado a su amado
José.
Una mañana llamaron por teléfono desde un edificio del centro. Buscaban al
doctor…su amiga y paciente del sexto había amanecido muerta. Una sobre dosis de
fármacos.¡La amante se había suicidado! José estaba destruido, lloró y se hizo
cargo de los temas ceremoniales y policiales del caso. Lori, no le perdonó el
engaño. Pero el juró que la había dejado y que eso causó ese hecho macabro.
La vida continuó. Las niñas se hicieron mujeres y estudiaron carreras
independientes, era la época de la liberación femenina. Una quiso hacerse de la
religión de la madre por el estupor que le acusó saber que su padre había sido
tan infiel. La otra dejó toda religión. Y no perdonaban al papá.
Los años los unió, pero con la legítima desconfianza por parte de Lori. Él,
se dedicó a hacer dinero. Su profesión le permitía, gracias al prestigio que
tenía para cobrar altas facturas a los enfermos pudientes. Ruth, se fue a
trabajar a Medellín y allí conoció a un ingeniero y se casó. Quedándose a vivir
en Colombia. Lori viajaba cada seis meses, pero se sentía extraña en ese bello
país amable y ruidoso. Raquel se quedó cerca de sus padres, conoció a un analista
de sistemas y se fue a vivir con él. Tuvo cuatro hijos dos varones y dos
mujeres. Siempre apoyando a los padres, ayudando a su madre.
Un día José se descompuso y el dijo a su esposa que tenía poca vida. El
corazón estaba fallando. Lo sabía. Antes de morir le pidió perdón y quiso
reconciliarse aceptando ser bautizado como cristiano. Lori, lo perdonó, esta
vez desde su corazón.
Pasaron los años y un día Lori ya no entendió quien era esa mujer que todos
los días venía a darle de comer y la vestía, era Raquel. La madre tenía
Anzhaimer. ¡Gracias a Dios estaba en un mundo de olvido; porque Ruth, le había
quitado todo el dinero que le había dejado José a Lori y a Raquel. Por lo que
tuvo que internarla en un geriátrico público y ella salir a trabajar de mucama
de un hotel del barrio más caro. Y Raquel ya no lloró, sólo se ocupó de su
madre hasta que dio el último suspiro. Nunca más supo de su hermana y su
familia. Sus hijos nunca supieron del bienestar que su madre vivió mientras
vivía su padre; el doctor José, su abuelo famoso.
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