miércoles, 19 de enero de 2022

RECUERDO LA AÑOSA ALAMEDA

            Hacía un largo rato que estaba allí, parada en la escollera, mientras las olas rompían contra los pilotes de hierro y cemento o contra las rocas que quedaban.  Adoraba esos días que presagian tormentas. El oscuro mar, amesante, brumoso...Siempre el invierno cambia los tonos del mar.Un viento me hacía estremecer. Me transportaba al pasado.

            Perdí la mirada, entre las idas  y vueltas frenéticas de ese mar, que golpeaba la orilla y me llenaba de una fina lluvia de diminutas y casi invisible gotitas de agua. Pasé suavemente la lengua por los labios.Sentí ese inconfundible sabor salado, apenas amargo, pero delicioso del agua de mar. Se me pegaba a todo...al rostro, al cabello que ya tenía empapado y sucio por la sal.Igual seguía allí, quieta, dejando que mis recuerdos viajaran de un extremo a otro de mi ya larga existencia.

            Algunas aves marinas peleaban, por allí, disputándose algún botín costero, saciando su hambre y completando mi inevitable arrobamiento.

            Estaba tan serena, tan feliz , que no quería moverme, a pesar que el cielo cada vez estaba más oscuro, y la tormenta más cerca. Me arropé en mi gastada chaqueta de plumón, de color desvaído, aunque se distinguía contra el color reinante, ¡ pensar que nueva, era muy roja y ahora , casi bordó !. Me apoyé una vez más en la resquebrajada baranda  de la escollera.Todo parecía derruido o por lo menos mucho mas viejo...el color pardo, que se había mantenido firme entre tormentas increibles y soles fuertes como brasas candentes; y entre los pequeños resquicios y roturas, esa infinidad de pequeñísimos moluscos, que inevitablemente, tenían una efímera  e inútil vida.

            Acaricié unos mejillones chiquititos como granos de arroz  y me volví a sentir glorificada, por la vida. ¡Sí, ese lugar era  un canto, una sinfonía a la vida !. Yo, allí, me sentía  parte del paisaje y sus rumores.

            Comencé a alejarme, volví a mis recuerdos... a mi infancia y así, a la gloria de ese mundo increíble del lugar donde nací, allá en Mendoza...¡qué lejos, que estaba ahora, todo ese tiempo!

            Recuerdo ...¡la calle tenía un tono iridiscente por el fino polvo, que levantaban los "mateos" y el estrepitoso y bullanguero tranvía  que chirriaba con sus ruedas en los rieles, cuando llegaba a la esquina de mi casa ! ¡ Era atrevida! Yo salía a buscar agua fresca  de la fuente, que estaba justo al final de la "alameda". A la hora de la siesta, hora fatal, por el calor  y el silencio! Y sin embargo salía igual con mi  jarra buscando el agua que me sabía a fresco. El agua tenía gusto a felicidad, para mí.

            Vivíamos en un rincón increíble, donde la vida de un puñado de gente hermosa, casi todos inmigrantes llenos de ilusiones, celebraba la existencia.Sus diferentes costumbres y curiosos lenguajes entrelazaban la vida pueblerina.

              nuevamente a Don Carlo, que dejaba su mateo en la esquina de la calle Chacabuco y se ponía a jugar a los dados con Don Jaime, el tendero, y con "Cipolla" un "tano" risueño que hablaba su propio idioma y que tenía un almacén pequeñito. ¡ Así, volví a mi infancia !

            Cerré  los  ojos y me pareció que tenía frente a mi, la figura  de "Ture" o Salvatore  Ferri, ese "tano" joven, hermoso, rubio y colorado por el sol. En sus ojos de cielo se podía ver el de Catanzaro, su pueblo. Me parecía verlo allí con su cesta llena de chorizos, morcillas y pedacitos de tocino fresco, colgando de su brazo enorme, que semejaba más el de un marinero .

            Ture venía todos los jueves. Miraba, espiaba los zaguanes de la cuadra. ¡ Nadie sabía que no buscaba sólo clientes, sino que su corazón tenía una verdadera pasión oculta !Y...¡muy pocas veces  podía alcanzar su sueño...! Ver a..."Marietta, sentada en el escalón del zaguán, secando su larguísima cabellera  renegrida al sol". Había chiquillos, dos pequeños hijos de ella que jugaban alrededor siempre.El enamorado...tenía terror que lo descubrieran. Sabía que el marido de su amada, era un criollo de muy mal genio. Siempre llevaba un revolver con él... ¡ Como para  exorcizar  a la mala suerte, canturreaba una cancioncita de su terruño, en su dialecto! Nadie le entendía y era muy bella. Al final decía ..."maiale, amore mío".

            ¡Yo me criaba, tranquila, jugando a la rayuela  en el damero de la Alameda. Era de mármol negro y blanco.¡ Perfecto para nuestros juegos infantiles ! Otros niños se arrojaban en las vías, frente al tranvía, que enloquecía con su campanilla.¡ Luego salían corriendo antes que el pobre "motorman" los pudiera atrapar! Otras veces jugaban a las canicas de porcelana, con maravillosos colores, que vendía Don Chalabe, el "turquito" de la mercería.

            - Marietta, ¡ tuo pelo, semejano una fina piogia, lluvia, de seta naturale ! -  Ella se reía  como una chiquilina, tenía veinte años. Parece que escucho su voz:...¡ Eh, Ture, venga, acérquese, véndame una morcilla para el  nene, y jamón para mi suegra!- Sabía que le daría el doble. Le pagaba con monedas pequeñitas y para ella era un juego inocente

            Salvatore, tartamudeaba, mientras con su enorme cuchilla cortaba el pedido y apenas la miraba. Tenía vergüenza.

            ¡Qué épocas tan bellas! Lloro y mis lágrimas de hoy son como las de antaño, se mezclan con la sal del mar y con la lluvia. La tormenta ha llegado y el viento trata de arrastrarme. Me tira al suelo. Caigo en la ruinosa escollera, pero ya no tengo miedo. ¡ A mi edad ya no se tienen miedos pequeños! Me he mojado con el agua salada que se mezcla con mis lágrimas. Vuelvo al recuerdo de aquel día ...Marietta, mi mamá, con un hermoso vestido de etamina  color  glicina. Su cabello regiamente recogido en un moño a la usanza de su pueblito italiano. Calzando unos preciosos botines de charol. Mantilla de encaje y peineta de marfil labrado... Salía de misa del brazo de papá, que con su siempre ceño adusto, parecía desafiar a los otros hombres. A mamá se le cayó el abanico y cuando trató de recogerlo, su mano se juntó con las de Ture, que suavemente la tomó, sin disimulo, frente a los ojos de papá. Se cruzaron las miradas. Dio un salto. Mi padre sacó su revolver del chaleco y disparó.¡ Quería matar al "tano"! Mamá  trató de interponerse para evitarlo.Sucedió algo terrible...cayó lentamente bañada en sangre en los brazos del hombre que la amaba.

            Don Carlo le arrebató el revolver a mi  padre. Él, ensangrentado, estaba enloquecido. Lloró en el suelo abrazado al cuerpo laxo de mamá. ¡ Yo grité desconsoladamente, sin comprender muy bien lo ocurrido ! La gente corrió. Sostuvieron a ambos hombres que desesperados trataban de ultimarse. ¡Mamita  quedó allí como una estatua de cera ! Yo lloré antes  y lloro cada vez que lo recuerdo.

            Llegó un señor y se llevó a mi padre.¡ Don Carlo  buscó cubrir el cuerpo ! Alguien me arrastró hasta la casa donde la abuela gritaba. No se le entendía nada, hablaba en dialecto.¡ Pobre anciana !

            - ¡ Doña Vicenta, venga, tengo algo que decirle...¡Salvatore, se clavó un cuchillo  en el "cuore"! ¡Ture ha muerto!  El pobre muchacho no lo ha soportado.

            Pasaron algunos meses, mi vida cambió para siempre. Un día partimos hacia el mar con mi abuela y mi hermano. Allí vivía un tío pescador que nos acogió. Con mi abuela y mi dolor tuve que armar mi existencia nuevamente. ¡ Las últimas palabras de mi madre...fueron de amor y de perdón! 

            La tormenta arrecia, voy a refugiarme en casa. Mañana...el sol volverá a brillar en el mar calmo.

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