jueves, 25 de agosto de 2016

POEMA 116


El fuego verde del mar me incendia el alma.


                       Azota mi región celestial el lado oculto de la luna.

 Amanece erguido el oleaje amarillo entre las rocas.

                      Tiene una sombra que perturba la ausencia en la playa

en el cauce de arena que desdibuja la pisada.

 

Igual

duele la lluvia que anega los árboles dormidos.

No hay vino caliente ni sobra el fuego.

Ni es el hielo esa chispa de cristal que duerme en  nuestro lecho.

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