Llegué con el
sonido azul de los canales
enormes
tormentas graniceras que atrapaban los sueños con
fantásticas
esferas de alabastro.
Usé la piel
desnuda descamada sin flores
el cristal de
miradas que rodearon mis láminas marchitas.
Fui desplegando
mi voz hacia la cumbre
insólito sostén
de la ternura.
Caminé despacio
en el húmedo sendero de las aves
susurrantes las aves que decían
el nombre de los
viejos fantasmas de mi suerte.
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