UN BOSQUE LLENO SUEÑOS.
Casi me olvidé para qué había venido al bosque. Si él, no
mira el reloj y da un salto, seguimos hablando en el crepúsculo que le había
puesto una mortaja violeta a los rayos rojizos del sol. Joaquín se despidió, me
ayudó a trepar a mi bicicleta y partí. Cuando llegué a casa me encontré en la
penumbra más cerrada, corrí con la mitad de hongos acostumbrado. Llegué a la
cabaña y caí sólida en el banco rústico de mi pequeña cocina. Pensé cómo haría
una cena sin la cantidad de setas frecuentes y decidí hacerlas en la receta del
abuelo:”con miga de pan mojada en leche, salsa blanca o bechamel, perejil y
ajíes rojos y verdes. Así armé un budín que mezclado con dos huevos y nuez
moscada”, alcanzó para los cuatro. Papá quedó feliz, cuando le conté que había
conocido a Joaquín, el muchacho del bosque, pues lo trató en el pueblo y
conversó mucho. Le pareció muy simpático y además era alfarero. Papá dice
siempre que hay oficios santos: carpintero, alfarero, boticario y labrador. No
quiere a los carteros, tal vez porque un cartero siempre le trajo las noticias
tristes. Mamá en cambio es más desconfiada. Casi no habló. Mi casa es la típica
casa de campo con olor a fogón caliente, levadura, ajo y vino. El abuelo nos
enseñó a hacer el pan. Él guardaba un trocito de masa para levar y se levantaba
a la madrugada para hornear. Cuando estaba todo listo se acostaba y al comenzar
el día con un enorme tazón de leche tibia recién ordeñada de Chichí, la vaca,
comíamos una rebanada de pan caliente con manteca que mamá batía a mano en un
bol y dulce de grosellas que hago todos los años. ¡Qué rico era desayunar así,
con el amor del abuelo! Hoy lo recuerdo y se me hace un nudo acá, justo aquí en
la garganta. Bien sucedió que a los dos días sentí el ruido de un motor por el
camino de casa. Era Joaquín que me invitaba a trabajar con él. La camioneta
destartalada y muy ruidosa se escuchaba de lejos. Atrás traía un horno para
cocer cerámica y un sin fin de moldes de yeso y herramientas. Me entusiasmó su
seguridad. Sus ganas. El dueño del complejo hotelero le había encargado toda la
vajilla especial con sabor, color y forma de nuestro rincón lejano. Me intrigó
su exaltación y sus sueños. Era muy creativo. El perfume ácido de la arcilla me
entraba a los pulmones como una saeta inesperada. Acepté. Yo nunca había hecho
alfarería. Pero como amo cocinar imaginé que era como hacer un pastel de
berenjenas. Ese que me enseñó el abuelo. “Se pelan cinco berenjenas medianas y
se hierven con sal. En una sartén se re fritan en aceite de oliva con dos
dientes de ajo; los dos tomates picados en daditos, dos cebollas en juliana,
dos pimientos y un puñado de hongos recién cosechados que se filetean. Se pisan
con un tenedor las berenjenas ya blandas y se agrega el menjunje, con pan rallado, una tasa de queso
rayado, dos huevos y mucho perejil. Se hornea veinte minutos y ¡paf!: un pastel
para re-chuparse los dedos. Si las berenjenas son algo amargas se le agrega a
la pasta una cucharadita de azúcar”. Así era hacer todos esos recipientes de
arcilla. Con un gran amor y buen gusto. Yo le agrego además los gnomos del
bosque pintados y hasta los muérdagos y ardillas. Cada pequeño plato,
escudilla, taza, fuente, tiene un pedacito de mi bosque. Es su espíritu ingenuo
y personal, el que creó la chispa de este mundo mágico que hemos hecho juntos.
Creo que me he enamorado de Joaquín y él de mí. Estoy cansada pero tengo que
hornear todas las piezas en bizcocho de arcilla. Las pintaremos juntos y cuando
amanezca y cuando inauguren la casa de la colina, cada persona se asomará un
instante a nuestro mundo.
Realmente
me falta esa chispa para encenderle a cada jarra una señal con el fuego de la
creación aderezándole un pequeño trozo de monte perfumado de bellotas y musgo.
Debo recuperarme. Joaquín duerme junto al horno un rato esperando el pequeño
milagro de amor cotidiano. Mis manos lloran arcilla y falta una buena parte de
los platos y adornos para terminar la tarea. Anoche, antes de quedarse dormido,
Joaquín me dijo que estaremos juntos para toda la vida y me dio el anillo de
boda de su madre. El amor ha llegado a mi vida en forma inesperada. Estoy
conciente que es extraña la forma de nuestra relación pero espero. Mañana será
un festival de sueños cumplidos. Toda la vajilla terminada, la inauguración de
la posada de la montaña y el anuncio de mi boda.
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