lunes, 22 de agosto de 2016

POEMA PARA JORGE LUIS BORGES


JORGE LUIS BORGES


Hambre de luz

Hambre de silencio

Risas compartidas con alguien que lo acompaña

en las calles empedradas de La Recoleta

en las esquinas ruidosas de su gris y lluviosa Buenos Aires.

Páginas de arena, multitud de letras que se escurren

Hojas en blanco para un ojo que observa el laberinto

de tigres amarillos merodeando sus manos temblorosas.

 

Hambre de compañía

Hambre de libertades

Búsqueda absurda de gallinas en la feria

donde sólo habita papel de diario para embolsar los frutos.

Ignorado genio amante de libros cuyos cantos acaricia

en el pasillo interminable de alguna biblioteca.

Un café frío lo espera en “La Biela”, en la silla oxidada,

en una mesa que espera al hombre de bastón orgulloso,

esgrimista de sueños y nostalgia de fieros compadritos.

Un tango lo arrulla en su desconcierto de milongas ajenas.

 

 Hambre de soles

Hambre de caminos

Tributario de espectros de un delirante “demiurgo”

De un dios perdido entre interminables páginas de clásicos;

desbordantes de divinidades, servidores de estrictos señores

perdidos en el tiempo. Cuchillada de infames orilleros.

Esquivo en alabanzas de los hombres que lo observan con celo.

Una medalla que rueda lejos en el país del premio.

Nunca llega y sigue su rutina de envidia y de maltrato al “genio”.

 

Solo Borges que en silencio deja un universo de obras.

Libros sagrados para los que siguen con curiosidad su huella.

Maestro de maestros y lectores.

Sacia su hambre de luz en otra esfera.

Sacia su hambre de amor lacerado en la espera.

Borges luz en sí mismo, resplandor su lenguaje y la palabra.

Un dios humano en su laberinto mítico de espanto.

Corazón palpitante de héroes que mira con esmero

en el árbol genealógico de su estirpe de Hombre y de Poeta.

 

 

 

 

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