JORGE LUIS BORGES
Hambre de
luz
Hambre de
silencio
Risas
compartidas con alguien que lo acompaña
en las
calles empedradas de La
Recoleta
en las
esquinas ruidosas de su gris y lluviosa Buenos Aires.
Páginas de
arena, multitud de letras que se escurren
Hojas en
blanco para un ojo que observa el laberinto
de tigres
amarillos merodeando sus manos temblorosas.
Hambre de
compañía
Hambre de
libertades
Búsqueda
absurda de gallinas en la feria
donde sólo
habita papel de diario para embolsar los frutos.
Ignorado
genio amante de libros cuyos cantos acaricia
en el
pasillo interminable de alguna biblioteca.
Un café
frío lo espera en “La Biela ”,
en la silla oxidada,
en una mesa
que espera al hombre de bastón orgulloso,
esgrimista
de sueños y nostalgia de fieros compadritos.
Un tango lo
arrulla en su desconcierto de milongas ajenas.
Hambre de
soles
Hambre de
caminos
Tributario
de espectros de un delirante “demiurgo”
De un dios
perdido entre interminables páginas de clásicos;
desbordantes
de divinidades, servidores de estrictos señores
perdidos en
el tiempo. Cuchillada de infames orilleros.
Esquivo en
alabanzas de los hombres que lo observan con celo.
Una medalla
que rueda lejos en el país del premio.
Nunca llega
y sigue su rutina de envidia y de maltrato al “genio”.
Solo Borges
que en silencio deja un universo de obras.
Libros
sagrados para los que siguen con curiosidad su huella.
Maestro de
maestros y lectores.
Sacia su
hambre de luz en otra esfera.
Sacia su
hambre de amor lacerado en la espera.
Borges luz
en sí mismo, resplandor su lenguaje y la palabra.
Un dios
humano en su laberinto mítico de espanto.
Corazón
palpitante de héroes que mira con esmero
en el árbol
genealógico de su estirpe de Hombre y de Poeta.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario