No
desciendas. No ensucies tu botita en el lodo del camino. Ha cesado la nieve y
ya no llueve. El perfume del bosque envuelve totalmente el aire. Resopla el
“Lunarejo” que trota y cerca lo sigue un perro como la sombra de un amado que
ha perdido el rumbo.
Desde el
claro se ve la vieja hacienda, la casa desmantelada por el tiempo. Todos
huyeron el día que llegaron los “mandingas” con su afilada pica y espada bañada
en la sangre de los pobres campesinos.
No te
vuelvas. El regreso será duro. Ya no queda nada. No hay fuego, ni fogón y
graznan los pájaros de plumas negras tinta en sangre. Quemaron las cortinas y
muebles de madera para calentarse en las frías noches invernales. Ves,
muchacha, allí las cruces son como naipes en desfile de ejércitos dormidos.
La volanta
aun sirve para el regreso. No debe importarte el espejo que buscas ni la fútil
belleza del retrato. Si miras en lo alto, allí donde jugabas con tu hermano Virkus,
hay un ligero movimiento humano. Tal vez encuentres a Luana, tu nana. El dogo
ladra con insistencia feroz. Te bajas y echas a correr en el camino helado.
Caes una y cien veces, pero sigues ansiosa hasta la inexistente puerta de la
casa. Retumban tus llamados. Gritan las aves que vuelan hacia el bosque y de la
dañada escalera un Yerko irreconocible viene a tus brazos. Herido por los
necios, hambriento y solo. Es un espectro de lo que fue un muchacho hermoso,
alegre y risueño. Te toma de la mano y te invita a que lo sigas. En la elevada
mansarda habita. El aire que respira es pútrido e indigno. Ese es tu hermano
amado, por él dejaste tu mundo, tu bella vida. El amor.
La volanta
espera escapen juntos. Virkus se despide. Se queda entre las ruinas. Debe
cuidar la casa, sus fantasmas y el famoso retrato que sajado mil veces cubre la
pared del salón. Allí, está la pintura de la familia entera. Tu madre, tu padre
con su levita y los cinco hermanos con “Salvaje” el perro que junto a Luana
protegía a los niños.
El sol
resplandece y Frisha comprende que era sólo una fantasía de su alma expectante.
Todo está muerto. ¿Y ella?
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