Las
casas bajas de adobe y paja, son un infierno El húmedo calor estival transforma
la hacienda en un hervidero de insectos y alimañas. Unas lagartijas corren.
Fideliña está en la hamaca de palma, estirada, buscando aire fresco. Escribe
una carta a su hermana Ulhema, que ha partido a Portugal para conocer
personalmente a su prometido, antes que el “Princesa Carlota” viaje de regreso
a Leiria.
Bahía
Dos Rei Uxú, 5 de mayo de 1798.
Querida
Ulhema
“Por
suerte la Virgen
de Mairiporá, permitió que el padrino Don Joäo
construyera esta casona de tapiales altos, techos de palma bien apretada
y mucho aire que atraviesa las estancias, para no morir con el calor que
trastorna.
A
veces ingresan serpientes y culebras, buscando fresco y comida, pero nuestro
“negrito” Toüm las espanta con humo y palos. Él, dice, que en su tierra son
tabú. Las comen y tienen una danza muy antigua para hechizarlas y que no
atrapen a los niños. ¡Son patrañas! Comen lo poco que encuentran y pescan.
¡Negro mentiroso!
No
se puede dormir con tanto calor. Pienso en ti Ulhema, ojala, hermana tu prometido sea lo que parece en el daguerrotipo
que llegó y sea verdad que trabaje de alguacil de la Alcaldía de su pueblo,
que hable francés e inglés; dicen que es un Bachiller de primera; si fuese así
la boda será pronto. Sencilla. ¿Regresarán para la estación de lluvias?
Te
cuento que nuestra amiga Cathaliña no podrá casarse, porque Don Afonzo Cristhao, dejó este mundo un
amanecer hace como siete días. Hay un revuelo de comentarios. Según dicen los
esclavos de su heredad fue por un ataque de apoplejía, que le arrebató la joven
novia de las manos. Las malas lenguas de las matronas en pleno velatorio decían
que lo había envenenando la vieja esclava que convivía con él, desde niña. La
madre de cuanto mulato ronda por la propiedad. Todos de pelo motoso y ojos
celestes como el amo. Hábiles para el comercio los mayores y vagos los más
chicos porque ya ni los cuidaban.
Bueno,
según creo una pócima de hierbas venenosas o destilado de mordedura de víboras
o arañas fabrican estos “mandingas africanos” que sirven de ira y desgano a los
blancos extranjeros. Lo supe por mi madrina que es de Mozambique y odia a
cualquiera que no seamos nosotras, sus ahijadas. Ella asegura que lo han
envenenado. ¡Qué interesante historia!
Ahora,
Cathaliña tendrá que vestirse de luto por dos largos años y no podrán buscarle
esposo; eso es una bendición para ella.
El
Señor cura fue quien cerró los ojos del finado Don Alfonzo y recibió de manos
de la esclava una bolsa de monedas de oro y piedras traídas de “Diamantina”:
esmeraldas, diamantes, amatistas y ópalos valiosos. Él, el cura, es miope hasta
para ver un ratón en la sacristía y amante de recibir regalos de manos
generosas. Creo que aunque el difunto estuviera verde como un escuerzo y con
los ojos rojos como brasas, iba a decir que murió en la Gracia de Dios y en Paz
Celestial.
Madrina
me contó que en el “burdel” entre copa y copa se habla del caso. Ella allí
tiene a su negro Lancaö, (amor eterno y envidiable). En la noche de malas
hembras, escuchó que han pagado a un nativo del norte mil reales de oro para
que con una cerbatana le inoculara curare, un veneno endiablado. ¡No creo! ¡Son
puras habladurías!
Pero
hay algo muy difícil de creer. Cuando murió el hombre, la joven Cathaliña
prometió ofrendar su vestido de novia y el velo a la Virgen de Mairiporá de
Aparecida. Dicen que irá en procesión con toda la cofradía de jóvenes de la
congregación a depositarlo detrás del altar mayor de la iglesia. Vestidas de negro
y crespones de seda, parecerá una fila de hormigas gigantes, llevando a cuestas
una flor de jazmín o una orquídea blanca. ¡Será lindo verlas!
Me
despido con cariño hasta tu regreso.
Fideliña.
P.D.
Toüm me dice que de noche van los negros a bailar al atrio para sus dioses
africanos, que ven ánimas moverse en las nieblas blanquecinas de la orilla del
río. Yo creo que son contrabandistas, pero no me gusta quitarle la ilusión.
Llegan
las lluvias y el barro y los insectos torturan la piel de los blancos. Ulhema
ha regresado con su esposo que es un hombre regordete, calvo y de estatura
media. No soporta el calor y vive bebiendo para exorcizar el calor y la
humedad. Los negros se untan con aceite y grasa la piel; y evitan los aguijones
de jejenes y mosquitos. Brillan como piedras del río. Sus ojos renegridos y
dientes blancos semejan muñecos de ébano y marfil. Fideliña ha seguido la vida
tranquila de la casa. Su madrina apaña sus picardías cuando escapa en la noche
al río para refrescarse en las aguas que traen irupé y juncos. Cuida de
serpientes y pirañas que pueden acercarse.
No
envidia a su hermana que arrastra un enorme vientre donde anida un niño o tal
vez dos, dicen las negras. Ella es libre. No obstante Don Joäo ya está pensando
que tiene edad para casarla. Ha buscado un portugués o un español para la
muchacha, pero al ser mulata le han dado la espalda. Quieren blancas como Ulhema.
Buscará en el sur, por Montevideo o Buenos Aires.
Nace
un par de niños. Hermosos y blancos, con ojos celestes como el padre. Todo es
regocijo. Cuando crezcan heredarán parte de las plantaciones y la mitad de los
negros y esclavas. ¡Pero…!
Fideliña
en una tarde de tormenta recibe una extraña visita.
“Carta
encontrada después de un tiempo…!
“Anoche
entró, tras romper el ventanal, un hombre que me tapó la boca y los ojos,
violándome y dejándome tirada sobre la colcha ensangrentada de fina randa eirá.
Mi frente con la marca de labios mordisqueada la piel, arañazos en la espalda y
golpes que conseguí intentando sacarme de encima al maligno.
Mis
sollozos fueron oídos por Toüm, que corrió las cortinas y al ver a “su” niña en
el estado en que quedé, sorprende a la casa con un grito desgarrante. Me
conoció cuando nací, me vio caminar cuando era apenas una crianza y ahora estoy
hecha un estrago.
Corrieron
Ulhema y la Madrina. Ya
envuelta en una sábana limpia hicieron entrar a Don Joäo, éste se persignó y
abrazó mi exiguo cuerpo. Se produjo un silencio cómplice. ¡Nadie sabrá qué ha
sucedido en la hacienda!
¡Prometo
mi ajuar y mi vida a la Santa Iglesia
de la Virgen
de Mairiporá de Aparecida! Ese es mi destino. Fideliña.
Un
mes después Griselda y Fideliña hacen su penitencia de novicias. Llevan su
traje de novia y su ajuar a la catedral. Luego entrarán a la casa de Carmelitas
descalzas, no pueden casarse una por viuda, antes de desposar a su prometido y
la otra por secreto de violación.
La
madrina arma los cuerpos de madera para llevar los vestidos. Son de palo de
rosa y mangué. La cabeza es de porcelana portuguesa y las manos de cuero de
capibara blanqueado con tintes del bosque. No conocen un secreto; cuando ambas
muchachas dejan en la sacristía sus homenajes, no saben… que la esclava negra
manceba de Don Afonzo, ha introducido un hechizo con ojos de “Curutú”, piel de escuerzo,
uñas de yaguareté y plantas venenosas entre los velos nupciales. Una serpiente
verde seca y la figura de ambas niñas pinchadas de espinas de “gatuña” en los
ojos y en el pecho.
Lancaö,
escucha en las noches de luna llena la voz de la diosa de la Verdad que entre retumbe
de tamboriles y tambores le dicen el
secreto.” Las damitas morirán con el embrujo de Yayá Cristhao Numo…” y corre a
susurrarle a Madrina lo que ha sabido de los dioses ancestrales. Ambas jóvenes
deliran y con fiebres altísimas sufren una extraña enfermedad. Ciegas y con
espasmos cardiorrespiratorios, soportan en soledad en la celda monástica.
Durante
la Misa Mayor,
el nuevo presbítero llegado de Río de Janeiro
a Bahía Dos Rei Uxú, enviado por el Cardenal de Portugal, comienza a
sentir ruidos extraños y ve horrorizado como se contornean los trajes en sus
maniquíes como si dentro habitara un ser endemoniado. Los cánticos, sahumerios
con mirra e incienso, rogativas y rezos acallan hasta la noche el movimiento
caótico de los trajes y velos nupciales.
En
la madrugada, cuando la luna espléndida y aliada de los hados, es despertada
con los bailes de los negros, se produce la conversión del Vudú. Y las dos
muchachas comienzan a despertar de una muerte insólita e inexplicable para los
parientes y amigos.
La
santa Virgen de Mairiporá de Aparecida, ha demostrado el amor que siente por
sus protegidas.