Subí al vagón número trece y me senté en uno de los primeros asientos. El murmullo se acompasaba con el triqui traque del movimiento del viejo tren. Miré detenidamente a mi alrededor y vi una familia de campesinos que con varios niños, se movían a un ritmo teatral. Me distraje con un hombre de gabardina oscura que leía con unas gafas que parecían largavistas. Luego, la vi. Era una joven vestida de seda color glicina, con una larga trenza de cabello ceniciento y que sobresalía de una pamela de paja bien tramada de cierto tono amarillento. No pude ver su rostro, ya que buscaba algo en su bolso de tela adamascada.
En la estación de Valle Regina, caminó hasta la puerta por el pasillo y descendió. La vi caminar a la par del coche que tomaba velocidad y la perdí de vista. Me adormecí. Cabeceé y luego puse atención al butacón donde había estado sentada. De cada espacio manaban pequeñas gotas de sangre.
Se fueron juntando hasta formar un pequeño charco con la forma del cuerpo de la muchacha. Me sorprendí. ¿Qué era eso? Un pequeño milagro en ráfagas de misterio inexplicable.
Siguió el convoy surcando el intenso rielaje del ferrocarril. Cuando se acercó a la estación de Villa Hermosa, observé los campos de maíz que reverdecían y en una de las plantas, observé que la panela de paja revoloteaba como una mariposa gigante y se depositaba en la panoja del maíz. Alrededor un campo de lino color glicina mimetizaba la figura de una muchacha que se perdía entre los verdes maizales. Corrí para ver si la podía alcanzar. ¡Imposible! Estaba fusionada con el paisaje. Era un duende místico que deambulaba por los prados. El tren silbó dos veces y comenzó su marcha que fue creciendo hasta dejar una estela de humo que envolvía el paisaje dormido en un sol que agonizaba. Yo, quedé parado en el andén y descubrí que había perdido el rumbo. ¿Cuándo pasaría el próximo convoy? Me senté en un banco de la estación y me quedé dormido. El ruido de una locomotora me despertó al amanecer y vi como subía una muchacha con un vestido de seda color glicina.
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