Tuvo que regresar por la calle sedienta de gritos mañaneros. Se quedó sin trabajo. Cerró el negocio donde él, trabajó tanto tiempo. Lloraron juntos el patrón y ellos. Cada uno se subió a la pena. ¿Qué hacer ahora?
El barrio es digno y los que habitan sus hogares, gente toda de hombros trajinados. Manos con callos y cicatrices viejas. Mujeres de batón y delantal de lienzo. Harina. Lentejas y arroz hervido.
Rubén se baja del tranvía como aspirante al paredón del hospital de enfermos incurables. Su traje gastado y los botines viejos. Algunas canas y sombrero negro.
Quedarse sin trabajo lo destruye y una lágrima se desliza por su rostro afeitado esa mañana. Usa el pañuelo. No quiere que lo vean. Pasa el diarero voceando las noticias. En Europa hay guerra. Estallan los corazones sensibles como cuerdas de un violín maltratado. Han escuchado las historias de los ancianos que vinieron de otras batallas increíbles. Hambre y sudor. Estiércol y metrallas. ¿Qué dirá Mariana cuando lo vea entrar? Habrá silencio. Luego llanto y tristeza. ¡Esa secular tristeza!
Sigue caminando como si en los pies se le hubiera pegado un pedazo de plomo en cada suela. Mira el cielo que comienza a estallar en brillo de sol caliente. ¡Gracias a Dios los chicos ya crecieron! Cada uno el su casa y con estudio. Se saca el sombrero y le entrega el rostro al sol. Se va acercando a su casona, a su hogar donde Mariana espera. Lo detiene un vecino para hablar de sus problemas. Toman un café en el bar de la esquina. El escucha en silencio. Pasa el tiempo. Total, su regreso es impensado a esa hora.
La cucharilla tintinea en cuarto café que bebe. Y las luces s e van encendiendo, cae la tarde. Sale. Un abrazo fraterno con su amigo. Camina.
El hombre solo mira el callejón sombrío. Hay un silencio mitigando el bandoneón lluvioso de nostalgia. ¿Mañana? La espera.
Belleza de relato querida Graciela. Como siempre sorprendes en cada trazo...
ResponderBorrarSaludos cordiales
Pat