DE UN
RELATO ANTIGUO DE
El palacio resplandecía con la puesta del sol. En las aguas tranquilas del estanque saltaban alegres las ranas y los pequeños peces. El perfume de las flores, alegraban la tarde, que calurosa, se iba apagando en dorados calientes. Detrás los cortinados de lino fino, humedecidos para atraer el fresco del sur, un rumor de tamboriles y flautas, acompañaban la charla de los hombres. En un rincón el escribiente, sabio maestro de árabe y sánscrito esperaba que su “señor” le hablara. Él, copiaba en un libro los diálogos de jugoso contenido de aquellos mercaderes y aristócratas llegados de lejanos lugares.
Comenzó una discusión sesuda y alterada. ¿Por qué los gentiles adoraban a imágenes humanas de dioses? ¿Por qué esos hombres llegados de occidente traían un Hombre Crucificado al que rendían honor y devoción? ¡Dios no tienen rostro y nadie lo ha visto jamás! Entonces ¿cómo pueden poner imágenes con formas humanas o de animales?
La discusión subía de uno en uno la voz. Unos protestaban, otros buscaban un cierto “supuesto” que le pusiera mesura a las palabras de los más sorprendidos o enojados.
Llamó el “señor” al escriba y conociendo su erudición le pidió una opinión.
Éste, llamó a un servidor que se apuró a secundarlo: - Trae el retrato pintado del padre de nuestro Amo.- dijo. Así corrió el joven y lo puso frente a todos, en especial al amo. – Escúpelo. Le ordenó.- un grito de horror atravesó la terraza. Los músicos dejaron de sonar sus instrumentos. El mundo se detuvo.
-¡No, nunca haría eso!- y salió corriendo para entrar en las zonas alejadas. ¡Hazlo tú, que eres su sobrino!- y este muchacho espantado se echó atrás. El maestro tomó el cuadro y con una copa de agua, mojó el cuadro. El dibujo comenzó a nublarse. Mojó más y se fue derritiendo el rostro del anciano Rey hasta casi borrarse. Y preguntó a la concurrencia:- ¿Dónde está el Rey? ¿Dónde su cuerpo y su Alma sagrada?
Todos lo miraron y en silencio murmuraron… ya no está allí. Se ha borrado.
¡Claro, este cuadro es sólo una imagen inventada con pintura, no es el Rey, su padre, Gran Señor! Así son las imágenes que han traído los Gentiles, puro espejismo. Nadie puede conocer a Dios, pueden pensarlo, sentirlo, amarlo, obedecerlo y hasta agraviarlo. ¡Pero el verdadero Dios está en cada corazón del hombre! Por eso es que no deben preocuparse por las figuras de cualquier dios que se les muestre, el Verdadero, el Único Dios está en nosotros y sólo se conoce en nuestras acciones.
Una vez que terminó de hablar se retiró a su rincón y el silencio envolvió el grupo que meditaba las sabias palabras del consejero. Una joven esclava ingresó con una fuente de dulces y cada uno en silencio tomó uno y saboreando la miel y el dátil, trató de eludir la verdad de lo expresado. Cada uno pensaba en sus acciones… inconfesables, otros en sus deseos sorprendentes y lujuria. Pocos fueron los que sonrieron recordando momentos felices de amor verdadero a su Dios interior.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario