sábado, 9 de noviembre de 2024

EL INFIERNO TAN TEMIDO

Te juro Victorio que tuve el sueño tan pacífico, sereno, que se prolongó a lo largo de toda la noche. El verano se está acabando y nunca imaginé que viviría para contarte lo que he vivido en mis casi cincuenta años.

Cuando era chico me decían que iba a ser monaguillo. Sí, yo, monaguillo. Mirá que cuando la conocí a la Perla mi madre se quedó boquiabierta. Con esas “pechugas” de actriz de cine porno, y esa largas piernas torneadas por el baile. Bueno, adiós monaguillo. Me metí hasta el tuétano.

Íbamos a las milongas y probé de todo. De “Todo” con eso creo que me entendés. Un día, maldita sea mi suerte se me cruzó la “Ñata” otra flor de mina que rompía la tierra y le aflojé al calzoncillo. La perla me dejó con un ojo negro y un puntazo en el pecho.

Me curé en el “Fiorito”. Salí medio golpeado pero seguí de farra. El “Chantecler”, “El Folies” eran como mi casa. Salía con el sol y me iba al correo donde ponía un sello tras otro en cartas que iban quién sabe a donde. Salía con el ocaso y derechito al casino, si ganaba, esa noche champagne si perdía caña. Las minas me dominaron siempre.

¡A veces me pregunto si por ahí no hay pibes que lleven mi nombre! ¿Pobres pibes! Yo iba a ser monaguillo… del demonio, tal vez.

Comencé a perder el pelo, la calva era una cancha de básquet. Brillaba con la luna. El sol, me desconocía. Y llegaron los cuarenta y los pasé sin verlos. Las minas me dejaron y miré a las más chicas. Me llevaron en “cana” era un degenerado, dijo un juez y adentro. Pasaré cinco años. ¡Es un infierno! ¿Victorio, alguna vez viviste en el infierno?

Yo sí, es muy jodido. Aquí, sos menos que mierda. Los pungas con los narcos, los canas con la “merca” que le sacan a los tipos. El que no te usa te casca. ¿Y cómo? Sos, total basura. Victorio no te acerques al gordo de la camiseta negra con la calavera, ese es una mina. Bueno, eso se cree él. ¡Un asco! Y este otro, el “Jeringa”, bueno, ese anda armado siempre con chuza y no respires cerca porque te atraviesa la nuca.

¡Victorio! ¿Qué te pasa, hermano, soy el monaguillo? Victorio… Victorio. No te mueras. Anoche tuve un sueño pacífico, sereno que se prolongó a lo largo de la noche. Y ahora vos te vas a morir en mis brazos. Amigo no te mueras en este infierno tan temido. Ya vienen. Adiós Victorio. ¡Todo por robarte a tu piba!

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