Desde la sombra, un pájaro de terciopelo salta
un minuto en la cascada de luces.
Es un ave que se detiene en el tiempo
para besar una gota de rocío.
Lame con sus pies de seda la alfombra de sonrisas.
Toca el cuerpo tembloroso de una luciérnaga
que tiembla detrás de la luz, se pierde
es su mágica mariposa de espuma.
Una pompa de color de arco iris se estrella en su pecho
de ámbar y amapola.
Se detiene y en sus brazos
de tibia escarcha
se apoya el pétalo misterioso de plumón de cisne.
Un silencio de rumorosos violines atrapa sus piernas
puntiagudas.
Solloza el timbal y una comparsa de nubes se abalanza
hasta el centro mismo de la vida.
Queda ondeando un retazo de ternura con perfume a sueño.
Son los Ángeles que se desplazan en la lluvia de pétalos
plateados.
La aurora boreal. Un llamado al amor y a la ternura.
Queda quieta, detenida la mañana.
Un sol celeste asoma su sonrisa cómplice
en la superficie dorada de un lago rumoroso de caricias.
Desde la sombra un pájaro, tan sólo uno, y
un fauno genial
que desplaza con picardía la boca de miel y
lirios blancos
para que el
colibrí libe besos de pequeñas llamaradas.
Sueño el llamado de las hadas entre el
follaje tembloroso
donde anida el ave. Paraíso perdido y
encontrado.
Edén donde se esfuma el pecado. Cae una gota
de lluvia
sobre el nácar de una rosa. Y allí la luz
brota.
Fuente mística de fuego y vino venturoso.
Allí el beso de amor, abrazo interminable de
la vida
Comienza a caminar la vereda del hombre.
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