jueves, 19 de marzo de 2020

LA PARAGUAYA




            Los médicos del pueblito no pueden diagnosticar a la Cipriana. Nació con un soplo, nació sin una válvula, nació mal del corazón. Deben ser las “envidias de las vecinas”; o la mala suerte. La llevan a Asunción, en el hospital público le diagnostican una falla en una de las arterias, pero no hay tecnología para eso en ese hospital. Tendrá que esperar, si vive.
            Una tía que vive en Buenos Aires, le escribe a la madre que allí si la pueden operar. Pero necesitaría mucho dinero para llegar a esa ciudad. La muchacha trabaja a destajo, cae rendida en el lecho cada día con su corazón a punto de estallar. Junta dinero para poder ir a esa capital del país vecino. Cose para una modista, plancha para una familia que tiene muchos hijos, cocina para gente mayor en un centro de ancianos…todo lo que gana guarda, casi no usa el dinero y su madre no puede ayudarle porque tiene siete bocas más para alimentar. Un día que se desmaya, la madre le dice que se vaya a Asunción y entre en un convento. Ella no tiene vocación religiosa, pero comprende que es una buena oportunidad.
            En ese lugar la aceptan pero tiene que cumplir las reglas. Silencio, obediencia y trabajo, mucho trabajo. La directora descubre lo enferma que está, un día que la encuentra tirada en el piso de la cocina. Llaman un médico que en poco atenderla diagnostica lo peor. Está muy grave.
            El revuelo entre las mujeres del convento. Hay que llevarla a un lugar donde puedan ayudarla. El Obispo da la venia para que la trasladen a Buenos Aires. Ingresa en un nosocomio muy prestigioso, donde almas caritativas pagan a enfermos sin dinero. Cuando la estabilizan, la operan. Descubren que ha vivido con un orificio en una de las arterias del corazón. ¡Es un milagro que viva! Aleluya. Las monjas, rezan y oran noches enteras y velan por la muchacha.
            Gracias a su valor y al tratamiento se sana. Al tiempo, habla con los médicos que la operaron y le dicen que no puede hacer una vida religiosa con ese tipo de tratamiento que es para toda la vida. La entregan a una familia de gente muy devota. Ellos la cuidan.
            Allí conoce a un joven amable y bueno, que se enamora de Cipriana. Al final del verano le pide casarse. Ella acepta. Juntos forman una familia. El facultativo que la acompaña en la terapia le recuerda que no puede tener hijos. Pero Dios, es más grande y nace un muchachito de su vientre fértil. Hermoso y sano. Ahora es la alegría de sus vidas, Cipriana, dice que es el regalo que le ha dado el creador por todo lo que sufrió desde su infancia.

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