"Es mejor poner el corazón a las palabras, que poner las palabras sin poner el corazón”
¡Aunque usted no me crea, yo lo vi
con mis propios ojos! Estaba en el café de “La Puerta Del Sol” en Madrid y
pasó cerca de mí. Vestía un impermeable azul gastado, un chambergo de fieltro
negro con una cinta roja y zapatos de cuero, sucios y feos. ¡No parecía el
hombre que yo conocí en Buenos Aires!
Cuando salió del sur, parecía que se
llevaba el mundo debajo del abrigo. Era un “Fifí” de esos que en la calle
Alvear se paseaban como galanes de cine de los cincuenta. Alto, si, más o menos
un metro ochenta y tantos, el cabello engominado que brillaba con el sol y la
humedad a él, no se le notaba. ¡Era un perfecto ganador! Pero no.
Mientras se mezclaba con algunos
fulanos de la Suprema Corte
o con diputados y senadores, era un “capo”. Hasta que cambió el gobierno y
salió huyendo como rata. ¡Pobre!
Yo supe por amigos comunes que
primero intentó ir a México, pero no le fue bien. Sus charlas y conferencias no
estaban acorde con los intereses de aquel maravilloso pueblo, luego fue a
Francia… menos y como no domina el idioma fue peor.
Recuerdo cuando en el “Cervantes” se
anunciaban sus charlas literarias. Eran un gentío que se agolpaba en las puertas
para conseguir el mejor lugar para verlo, admirarlo y escuchar su nueva idea de
lo que proponía en sus novelas. Vendía miles de libros. No se si era tan buen
escritor pero su presencia hacía el resto. Ahora es un tipo común.
Pensar que ni siquiera me dirigía la
palabra cuando iba con el micrófono y ahora, cuando pasó se dio vuelta y se
acercó con cara de afligido y me preguntó si yo, era yo. Es decir el mismo
periodista que antes no era recibido. Le contesté que sí, que era yo y que lo
estaba buscando para hacerle una entrevista. Se le cambió la cara, resplandeció
como allá en la gran ciudad. No era cierto, pero cuando uno pone el corazón
puede ayudar a dar ánimo.
Le hice un reportaje que fue muy
exitoso y ahora ya lo vieras, es otro. Me alegro porque cuando uno está en la
mala, que te tiren un salvavidas es muy valioso. Ahora me despido y te digo, si
te lo llegás a encontrar, como al pasar decile:- Ché, Osvaldo, el “Gordo
Fernández” de la tele te anda buscando para hacerte una entrevista.- ¡Total, si
vuelve no nos va a dar ni cinco de importancia!
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